martes, 5 de septiembre de 2017

Aventureros

Tener una aventura, es una expresión muy abierta. Puede significar tener una experiencia fuera del matrimonio, meterse en un negocio complicado, ir más allá de los límites razonables de la seguridad personal o muchas otras situaciones de la vida actual, en la que cualquier eventualidad es posible.

Los antiguos aventureros de antaño, eran intrépidos viajeros que recorrieron el mundo por tierra, mar y aire, investigando la existencia de fauna, flora y etnias humanas desconocidas; cartografiando el Planeta; abriendo colonias y creando imperios; ensanchando los límites geográficos del ser humano, subiendo a las cimas más altas, descendiendo a las profundidades del mar y de la tierra más inaccesibles, atravesando las selvas más impenetrables o investigando las fuentes del Nilo.

Marco Polo, Colón, Magallanes, Livingston, Cook, Darwin..., la Humanidad honra la memoria de quienes ensancharon las fronteras de la civilización, el poder y el conocimiento.

Un aventurero, era aquél que sacrificaba su vida y la de su familia, en busca de unos ideales. Algo similar hacían los científicos, que se abstraían de todo, incluso de su familia, pero al residir en el hogar, no se les confería dicha denominación.

En cualquier caso, los aventureros eran gente especial, alejados del prototipo de persona estable, comprometida, seria y con obligaciones cotidianas. 

Eran soñadores que se alejaban de la rutina. Sus largas ausencias imprimían carácter y a su vez, eran propicias a buscar allende los mares, los placeres que la vida reserva al ser humano.

Un aventurero, era en la mayoría de los casos, un verso suelto sin ataduras o de lasos compromisos afectivos. Por ello, cuando se dice de alguien que es un aventurero, se suele enviar el subliminal mensaje de que es una persona poco fiable, capaz de dar muchos disgustos y pocas satisfacciones.

Con el tiempo, ser un aventurero, era en muchos casos, ser un buscador de amores prohibidos; un felón sentimental; un mal cónyuge y un mal progenitor. Alguien que provoca el infortunio de sus familiares y amigos.

Hoy los tiempos han cambiado mucho. Ir a "ultramar", pisar desiertos, navegar ríos caudalosos, surcar cielos lejanos y contactar con extrañas tribus, ya no es tan difícil. 

Las comunicaciones, los transportes masivos y las agencias de viaje, proporcionan "aventuras" pasajeras, que transportan al pasado, pero sin los riesgos y las penalidades de otras épocas.

A veces, me han llamado aventurero, porque he ido un poco más allá del horizonte de mi tierra. Algo de verdad hay en ello, pues nací con curiosidad e inquietud, para escudriñar la linea que se desdibuja en la lejanía, allá donde el cielo y la tierra se besan en la bruma.

Pero créeme, lector. Hoy es muy fácil ser aventurero. Un billete de avión, soportar turbulencias, aterrizar en pistas imposibles, navegar con frágiles barcazas por laberintos de selva, soportar mosquitos, arañas y otras alimanñas,... es cuestión de tiempo, dinero y a veces de algo de inconsciencia o simplemente, de que las satisfacciones superen las incomodidades de la aventura.

Superado el viaje, se olvidan los inconvenientes e incomodidades del camino y quedan como recompensa, los recuerdos de un koala en brazos, un león bajo la ventana del todoterreno, la cabalgadura de un búfalo de agua o la inmersión entre escualos en aguas tropicales.

Sacarse una foto con un orangután, bañarte en el río con elefantes, verte de frente con un gorila macho alfa o que se te corte la respiración ante la cercanía de un tiburón blanco en el interior de una jaula protectora, son momentos de aventura o tal vez,  de inconsciencia.

Sacarte una foto comiendo un langostino de matorral (saltamontes), bebiendo licor de serpiente o cualquier alimento raro, lo hace cualquiera que tenga estómago.

La verdadera aventura; la que te hace sentir la felicidad de respirar trece veces por minuto, es amar y ser amado; tener entre tus brazos el fruto de ese amor, aunque tenga los pañales cagados; sentir la caricia de unos padres o llorar en intimidad, de alegría y satisfacción, cuando tus obras te suben la autoestima.

La verdadera aventura, es pues, el amor, la responsabilidad, el compromiso y poder mirarte al espejo con el orgullo de volar alto y lejos en actitud, aunque no conozcas más, que el horizonte de tu terruño. Lo demás, no son sino bucles del camino, en la maravillosa aventura de la vida.   

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