martes, 30 de marzo de 2021

Nacímos desnudos

A veces, das un giro radical a la vida o la vida te la da a ti. 

Un mundo que gira; una aldea global; migraciones masivas; lejanos paisajes medidos en horas de vuelo; una moderna torre de Babel, que nos desarraiga de nuestro origen, nos lleva a la fusión de culturas y al mestizaje...

Las comunicaciones globales, facilitan la vida en tu propio paraíso personal: en la fría bruma del norte o en una isla tropical, por ejemplo.

No hay más barreras que las artificialmente implantadas por el hombre, bien por las fronteras con banderas, la incultura, el inmovilismo, la cerrazón religiosa, el miedo a lo desconocido y a los prejuicios, bien propios o ajenos.

Así la vida, comer carne de reno con samis en Laponia; de antílope con bosquimanos en el Kalahari, de canguro o cocodrilo con aborígenes australianos o beber leche de yak con tibetanos, es cuestión de apertura de mente, aeropuerto, mochila, versatilidad, tiempo y voluntad.

Es un privilegio tener raíces culturales y sentimentales que te fijen a la patria chica; que te identifique con un grupo, reafirme tu personalidad y te ofrezca seguridad, pero éstas no deben evitar la libertad de viajar, soñar y sumergirte en la maravillosa jungla humana e inundar los ojos de colores, la mente de ideas y el corazón, de nuevas emociones.

A veces, acaparamos objetos inútiles, que nos restan libertad, física y emocional, nos dificultan los viajes estorban en los hogares y nos aferran demasiado al pasado.

Tras desmontar una casa grande, encontré "olvidados" recuerdos, que dificultaron en gran medida el traslado y hoy duermen en parte, en la obscuridad de una nave.

En el presente, considero más razonable, práctico y económico, desprenderme de lo que me sobra, vivir en un espacio más reducido y sentirme más libre, en un ambiente minimalista y ligero de equipaje.

Nacimos desnudos y algún día, restituiremos al planeta nuestra cuota de carbono, abandonando todo lo que conseguimos en el mundo, a costa de nuestro tiempo y nuestra libertad.

Deberíamos contemplar nuestros cajones y pensar en nuestros hábitos, para desprendernos del lastre inservible.

  



  


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