martes, 30 de noviembre de 2021

El escritor errante

La escritura, es un vehículo de comunicación, un arte, un trabajo, una necesidad y en mi caso, una pasión. 

Suelo teclear mis artículos con una idea preconcebida, normalmente inspirada en mis amaneceres. Es cuando mi cerebro tiene una actividad inusitada y se me agolpan tantos detalles, que se pierden como el agua sale de un canasto.

Sigo entonces un hilo conductor, como una hormiga transitando por una fila junto a sus compañeras. Pero pronto abandono el orden. La imaginación y la espontaneidad se funden con los sentimientos; abandono la disciplina de la hilera y me sumo en un caos.

Es una lucha entre el raciocinio y el corazón, que se trasluce en párrafos que salen a borbotones. La razón me invita a la prudencia, al orden y al rigor. El corazón me impulsa a la anarquía y a la transgresión.

A veces, acabo agotado por la tensión y dejo reposar las emociones. Más sereno, corrijo tiempos verbales, contradicciones y reiteraciones, mejoro la presentación y finalmente, duermo el texto unas horas, para eliminar impulsos excesivos. 

Intento que la transparencia me haga auténtico; la imaginación, imprevisible; la experiencia, lógico; la bondad, confiable; la ironía, cáustico; la poesía, suave y el amor, tierno.

Cuando el artículo me emociona, lo publico para tocar el corazón de los lectores y entonces, mi yo errante suspira satisfecho.


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