domingo, 5 de abril de 2015

El mercenario

Primavera de 1971. Casa de España en una ciudad francesa. Buscaba conversar en mi lengua y sentir la cercanía de mis compatriotas.

Lo que empezó para un echar un rato, terminó por fijar parte de mi destino.

Un español de físico castigado, entabló conversación conmigo.

Durante la guerra civil, siendo adolescente, las tropas nacionales entraron en su pueblo. Vio matar a su padre y violar a su madre y a sus hermanas.

Huyó a Francia, cuando la guerra se acercaba a su fin.

Con el alma herida y envenenada de rencor, combatió a los nazis en la resistencia francesa.

Más tarde, se enroló en la Legión extranjera y combatió en Indochina, cuándo ésta era colonia francesa.

Terminada la guerra, se enroló en nueva contienda, esta vez, en la Guerra de independencia de Argelia, cuando el General Salam, de la OAS, se rebeló contra la Metrópoli.

Al partir los franceses de Argelia, se enroló como mercenario en distintas guerras de independencia africanas..

No importaba el credo ni la ideología, tan sólo el dinero. 

El Congo, Biafra, Angola, Mozambique, .., en todos ellos, dejó muestra de su arte de muerte, pues era lo único que el destino pareció reservarle.

Compartí mesa, cerveza y conversación, con un subproducto de la guerra. Una víctima de su guerra y un verdugo de las siguientes.

Su cuerpo mostraba las heridas de su oficio y sus palabras, el odio de su alma.

Me confesó su propósito de venir a España para ajustar cuentas. Al parecer, alguno de su pueblo, había sido el instigador de su tragedia familiar.

Había visto la sangre de su padre y aprendido a matar y tenía sed de venganza.

Salí horrorizado de lugar y me prometí que haría lo posible por evitar un baño de sangre entre hermanos.

Nací en una familia que  vivió durante la guerra, en territorio nacional.

Siendo adolescente, conocí a un tal Morón, que se había ofrecido de voluntario, para fusilar a los rojos.

En mi primer contacto con alguien del bando perdedor, percibí ansia de revancha.

Comprendía su odio, pero no era cuestión de remover la sangre derramada y generar nuevas orgías de muerte.

Tenía 28 años, cuando Franco murió en 1975, Ansiaba la paz, como la inmensa mayoría del pueblo español.

Me enrolé en un partido, que apostó por la concordia, para evitar lo que Machado predecía:

"Españolito que vienes al mundo, una de las dos Españas, te ha de helar el corazón."

40 años más tarde, retirado de la actividad profesional y de la vida política, escribo este artículo, para que los jóvenes españoles sepan de donde venimos y nunca más hemos de volver.

No es preciso que cada generación de españoles, pague su cuota de sangre.

Los jóvenes, deberían  leer la historia de España, para no repetirla y no arriesgarse a ser despojos humanos, que hacen de la muerte, su profesión.

Es muy fácil encender las pasiones, pero muy difícil apagarlas


Guerra civil española
Resistencia francesa en la 2ª Guerra Mundial
Guerra de Indochina
Guerra de Argelia
Guerra de Biafra
Guerra de Angola
Guerra del Congo
Guerra de Mozambique
Muerte de Franco
 
Llegada de la Democracia

Presidentes de Gobierno de la democracia

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