sábado, 19 de noviembre de 2016

Cornada de burro

Un viejo conocido me dijo que moriría de cornada de burro. Este especímen de Cintruénigo, allá por la noble Navarra, se mofaba así de mi mentalidad preventiva. Qué le voy a hacer, le decía yo, si me he formado y cocido en el horno de la salud pública. Cómo quieres que viva, si mi profesión ha sido siempre evaluar riesgos, preverlos y actuar en el caso que ocurran.

Ya jubiloso y jubilado, continúo con mi "mas vale prevenir que curar" o dicho de otro modo, " por prudente y por gallina, se muere menos"

Hay muchos programas de seguridad en la vida: seguridad social, seguridad ciudadana, seguridad alimentaria, seguridad e higiene en el trabajo, seguridad vial,.... en definitiva, lo habitual de un país desarrollado, que vea por el bienestar de sus ciudadanos y esto, ha calado siempre en mí interior.

Y en estas estamos, cuando decido, una vez más, colgarme una mochila en la espalda, ponerme un calzado para suelos de países subdesarrollados y mirar el horizonte a lo lejos, presto a la aventura, las emociones fuertes y a lo desconocido.

Voy a visitar un país tan maravilloso como imprevisible, donde el riesgo puede sobrevenir en cualquier momento desde muchos ángulos diferentes.

Tanzania, es un gran espectáculo de vida y muerte, donde la NATURALEZA debe escribirse forzosamente con mayúsculas. Cientos de especies salvajes, se afanan en comer y no ser comidos, donde la selección natural, la agilidad, la velocidad, la fuerza, la astucia y el camuflaje, marcan la diferencia entre ver o no el siguiente amanecer.

Grandes y pequeños, con manchas o con rayas, con garras y colmillos, herbívoros y carnívoros, alados o no, todos son parte de un paisaje que estremece, sobrecoge y apasiona. Leones, leopardos, guepardos, licaones, hienas, facoceros, cebras, jirafas, ñús, antílopes, gacelas, rinocerontes, hipopótamos, elefantes, búfalos, águilas, flamencos, buitres, cocodrilos,...la inmensidad de la biodiversidad en su estado puro, ejemplo palpable de la teoría de la evolución de Charles Darwin y una maravilla de colores y formas rompiendo la línea del horizonte.

Ese es el ambiente en el que me moveré en las próximas fechas, para impresionar mis retinas, mi alma y mi corazón, de grandes e inolvidables emociones.

Como veterinario, mi vocación fallida, fue la de trabajar en una reserva de animales salvajes en África. Lo intenté en su día, incluso, entrevistándome con el irrepetible y desaparecido Félix Rodríguez de la Fuente. Como sucedáneo de mi sueño, a punto estuve de trabajar en un zoológico e incluso en el Parque Natural de Cabárceno, hace ya muchos años.

Por eso, pisar la sabana y ver los "cinco grandes" de frente y en su medio, significará para mi cumplir un sueño de vida.

Si en el museo del Louvre, recorrí varios kilómetros de pasillos, buscando las 10 joyas del museo: La victoria de la Samotracia, la Gioconda, el Código de Hamurabi,... aquí, recorreré la sabana, a saltos de baches, en busca, de elefantes, rinocerontes, búfalos,.. hasta ver las grandes emociones del lugar.

He vivido varios años en África y conocido el desierto y la selva, viendo especies salvajes de forma aislada, pero hasta el presente, no he hollado el gran teatro de la vida y muerte en su máxima expresión.

A mis años y con mi experiencia, siento una gran emoción, preludio de la inmensa felicidad de verme en el corazón de la fauna africana.

Hay sin embargo una fauna menor, pero muy peligrosa, que deberé eludir en lo posible. Se trata de serpientes, arañas, escorpiones, o de especies muy numerosas, diminutas, molestas o transmisoras de enfermedades.

Descendiendo al detalle, se trata de los mosquitos, capaces de transmitir el paludismo o el dengue; de las garrapatas, susceptibles de causarte una fiebre hemorrágica o de la mosca tsé, que puede aportarte la enfermedad del sueño.

Voy vacunado contra el tétanos, la fiebre amarilla, la hepatitis A, la fiebre tifoidea y el cólera. Llevo un mini botiquín con repelentes de insectos, antihistamínicos, malarone y toda una panoplia de la ciencia moderna para afrontar cualquier eventualidad. Llevo un seguro de asistencia sanitaria, otro de evacuación de emergencia en helicóptero, una chaqueta anti-mosquitos y un cuerpo viejo, cansado y con ganas de vida.

Por primera vez, en mucho tiempo, no viajo solo, vulnerable a cualquier eventualidad, a pecho descubierto, de frágil defensa. Ahora, viajaré con amigos de muchos años de probada convivencia. Ello me dará, sobretodo, la posibilidad de compartir las seguras emociones del viaje, que otrora, solo podía llevarlas en el silencio de mi soledad

Tras el salvaje Serengueti, el Ngorongoro y el río Bruneti, donde los cocodrilos cazan sus víctimas en la impresionante migración anual de herbívoros hacia las llanuras de Kenia, volaré a Zanzíbar. Aguas cristalinas, blancas playas de coralífera arena, mosquitos en tierra y tiburones en el mar, marcarán esta nueva etapa.

No digo que esta etapa sea la de mayor emoción, pero la confluencia de razas humanas de países del océano Indico, aportarán vistosidad, tradición, cultura y exotismo.

Tal vez, una cena con mantel y velas en las dulces olas del mar, puedan añadir paz y templanza donde a buen seguro, sabré llorar la miseria y la crueldad de nuestros antepasados. No en vano, la isla de Goréa en Senegal, Benín y Zanzíbar, tienen en común el tenebroso sitio en la historia de la Humanidad: haber sido los puertos de salida del tráfico de esclavos negros, hacia el este y sobre todo, hacía las plantaciones de algodón de los estados sureños de Norteamérica y de azúcar en el Caribe

Mis ojos derramarán lágrimas de emoción y mi corazón latirá con fuerza.  Una vez más, África me acogerá en su seno materno y me dará riesgo, exotismo, autenticidad, emoción y felicidad.

Llevo un cuaderno de viaje, donde apuntar las impresiones y los acontecimientos de mi recorrido; dos cámaras fotográficas para capturar imágenes de la gran aventura de la sabana y un ipad, con el cual y en la medida que las circunstancias lo permitan, enviar pequeñas reseñas del viaje.

A mi vuelta, ya en el hogar, sentado en mi rincón de la verdad, frente al hermoso tulípero de Virginia, ya desprovisto de sus doradas hojas de otoño, escribiré, con calma, seguridad y nostalgia, las crónicas de un hermoso y salvaje viaje. Incluiré entonces, las fotos de mis cámaras y mientras, mi memoria evocará la gran fauna, al tiempo que disfrutaré con el vuelo de un humilde gorrión, el carmesí del pecho de un petirrojo o el azabache de un mirlo de anaranjado pico.

Prometo a los seguidores de mi ámbito afectivo y a mis desconocidos lectores, allende las fronteras, gracias a internet, lo mejor de mis emociones, escritas y descritas, con la autenticidad de quien escribe con el corazón.  










1 comentario:

  1. Es admirable tu vitalidad. Quien cree que vas metido en un "cuerpo viejo y cansado"!!?
    Aunque uno vaya protegido de todo un arsenal sanitario, sólo de pensar en el botiquín y el dengue, me echo para atrás. Buen viaje. Un abrazo

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