jueves, 16 de marzo de 2017

Camboya 1. Ta Pronm

Aterrizamos en Siem Reap el 2 de marzo. Iba con una cierta prevención, pues pesaban en mi interior los trágicos acontecimientos de la época de Pol Pot y los kjemeres rojos, cuando en menos de cuatro años, torturaron y asesinaron a dos millones y medio de sus propios compatriotas: la razón, eliminar cualquier signo de inteligencia y cultura en el país y devolver su pueblo, a la incultura primitiva, anterior a la civilización tal como la conocemos.

Al entrar en el aeropuerto, quedamos sorprendidos por la organización de la concesión de los visados de entrada. Once funcionarios con distinto uniforme puestos en fila en un mostrador, recogían los pasaportes, los revisaban, cobraban la tasa, pegaban la fotografía, firmaban el visado, lo sellaban y los entregaban a los interesados. Lo curioso es que los pasaportes eran sobados por 22 manos dispuestas en fila. Jamás había visto semejante organización en país alguno.

Los occidentales que estábamos allí, nos mirábamos entre nosotros, sonriéndonos mutuamente con los ojos casi de una forma furtiva.

Cuando llegamos al hotel, nos vimos inmersos en un mundo peculiar. Cada vez que pasábamos delante de un empleado, se levantaba, juntaba sus manos y nos hacía una reverencia. Era un signo de amabilidad y respeto que inicialmente me incomodaba.

Prácticamente, éramos los únicos occidentales del hotel. Estaba enteramente copado por coreanos del sur, que suelen acudir al país en una suerte de turismo masivo.

Siempre me intrigó cómo podría diferenciar los orientales entre sí. Por ejemplo, un chino, un japonés, un indochino o un coreano, por ejemplo. La experiencia de este viaje, me permite ya intuir las diferencias entre un vietnamita, un camboyano y un coreano.

Los rasgos físicos y el color de la piel son diferentes, pero además, la actitud de cada uno de ellos, es bien distinta. Me quedo con la delicadeza y el aspecto de los vietnamitas, el respeto de los camboyanos y no estoy seguro de qué escoger de los coreanos.

A las 6 de la mañana del día siguiente, bajé a la recepción del hotel. Saludé al único cliente que estaba allí y se levantó súbitamente, se medio abalanzó sobre mí y me hizo una reverencia a modo de saludo. Superado el susto inicial y comprendida la buena intención del coreano, le devolví la reverencia intentando controlar mi sonrisa.

Tras abrirnos paso entre los 500,000 coreanos dispuestos a disputar sus desayunos, viajamos en un emocionante tuk tuk, para explorar el templo Ta Pronm

Ta Pronm había estado semicubierto por la selva. Fue impresionante ver las raíces de árboles gigantes atenazando los muros del templo. Los camboyanos intentan limpiar y reconstruirlo, para evitar su destrucción. Si bien las raíces retienen sus componentes, los fuertes vientos mueven los árboles incluidas las raíces, por lo que paulatina y progresivamente, descolocan los bloques de piedra del templo.











 



 Un hecho encantador, es ver una cara que parece sonreír porque las raíces no le han ocultado




Cuenta la leyenda, que cada orificio tenía una piedra preciosa  







 El árbol tenía numerosas colmenas de abejas















1 comentario:

  1. Inclasificable. Una pena que la selva acabe devorando la obra , que debió ser construida contra todos los elementos y es de imaginar, a base de mano de obra gratuita!

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