martes, 9 de enero de 2018

Caras tapadas

Los españoles somos muy apasionados y desgraciadamente, tenemos un importante porcentaje de incultos entre nosotros. 

Apena ver la lista de los programas televisivos de mayor audiencia, pues aflora a la superficie las carencias formativas de muchos compatriotas. Hay ciertas horas del día, que es mejor apagar la televisión en un legítimo acto de defensa de la cordura y el buen gusto.

Por otro lado, son numerosos los casos de corrupción económica, de violencia en general y de género  en particular.

El pueblo llano, se incendia rápidamente ante estos casos y acude a los juzgados, para insultar y humillar las personas sometidas a investigación judicial.

No importa que aún nada se haya demostrado, el pueblo ya ha emitido su veredicto y su condena. Son frecuentes los gritos de sinvergüenza, ladrón, asesino y otros insultos igualmente graves.

Los periodistas no siempre son un ejemplo. Con frecuencia, entienden que el derecho a informar, prevalece sobre el derecho a la presunción de inocencia, al respeto por el dolor de las víctimas y a la discreción policial de la investigación de los casos.

Apena ver la agresividad de algunos periodistas, acosando  casi físicamente a los investigados dando por hecho su culpabilidad y haciendo preguntas muchas veces ajenas al respeto y a la educación. 

Por su lado, los presuntos delincuentes, tapan sus caras ante la muchedumbre, avergonzados por sus hipotéticos actos delictivos y la presión mediática que les inculpa.

Bufandas, gorros, capuchas, gafas de sol, toallas, cascos de motorista, lunas tintadas de sus coches, manos esposadas escondiendo sus rostros, ... un lamentable espectáculo que me recuerda a otros siglos, en los que las ejecuciones se hacían en las plazas públicas.

Es preciso que España avance en la lucha contra la corrupción, en prevenir y perseguir los actos de violencia, en tener un equilibrio entre la garantía de los procesados y en la defensa de la sociedad, en la obtención de sentencias en tiempo prudencial y en la adopción de medidas penales suficientemente disuasorias.

Pero también es necesario que la sociedad en general, sea más respetuosa con los sospechosos de un delito y evitemos los bochornosos espectáculos que se dan en las puertas de los juzgados. 
 

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