lunes, 14 de febrero de 2022

Soy un bicho raro

Lo confieso, soy muy raro. Siendo niño, sólo me gustaba jugar a la pelota, usar tirachinos, cerbatanas y tirar balines. Me encantaba jugar a las canicas, a la peonza, al "tú la llevas", al escondite y a saltar a piola. Era feliz con una metralleta con bolas de ping-pong, una pistola de agua y una escopeta de plomillos. Lamento este último instrumento y el mal uso que pude hacer de él. Lo siento, pero no era un niño perfecto.

Por supuesto, nunca jugué a las muñecas, a las comiditas, a saltar a la comba o jugar al tejo, pues prefería los juegos varoniles.

Conocí el jabón desde pequeñito; tenía traje de pantalón corto, camisa con corbata y me peinaban con la raya bien hecha. No me dolía la cara de puro guapo, pero "tan bien envasado", iba más bonito que un San Luís.

Acudía a misa y comulgaba, porque era forzosamente voluntario. Me leyeron la vida de los santos e incluso aprendí que algunas fueron "vírgenes y mártires" y otros, "mártires y confesores"

Todo iba razonablemente bien, para ser en el futuro, un hombre serio, responsable, hetero-patriarcal y de derechas, como Dios mandaba.

Cuando llegué a la juventud divino tesoro, sentí la llamada de la selva y una fuerte atracción por las chicas. Cuando digo chicas, digo con genotipo y fenotipo bien definidos, para que me entiendan las víctimas de la LOGSE. A mediados del Siglo XX, éramos tan incultos, que sólo sabíamos de la existencia de "tíos y tías y mediopensionistas".

Fue una época sexualmente represiva y no comprendía la situación. En clase de religión, nos habían explicado lo del "creced y multiplicaos", pero aparte de la tabla de multiplicar, no nos dejaban poner en práctica la variante más gratificante del cálculo matemático.

Así las cosas, estaban de moda los galanes de cine "talluditos", tipo Gary Cooper, Gary Grant, Víctor Mature y otros pellejos ya un poco arrugados y colgantes. Nosotros, aún imberbes varones de ley, debíamos tener imaginación, arrojo e ironía, para ser algún día machos alfa. 

Por entonces, oía frases lapidarias, como: "Aunque estoy compromisada, saliré, ahora, no me arrebuje mucho er vestío, qu´a lo acabo d´alisar" o "Sacrificio del altar, no es pá jartar". 

Ante este panorama, los jóvenes sufríamos de abstinencia forzada, y reíamos falsamente con lemas como: "Pájaro que vuela a la cazuela",  "Antes mártir que confesor" y "Antes mártir que virgen".

Llegado a la plena madurez, comprobé con desazón, que entre las mujeres estaban de moda Brad Pitt y otros yogurines, que además de guapos despertaban en ellas un cierto espíritu maternal. Además, actores como Richard Gere, Tom Cruise, Harrison Ford, Robert Redford y otros cabrones más, suponían otra  dura competencia.

Así las cosas, decidí hacerme un señor serio, responsable y honesto, casi en su grado más heroico, sin saber que años más tarde, la izquierda enloquecida, denostaría esta actitud. 

Ahora, con más pretérito que futuro; la sabiduría de la experiencia demuestra la falsedad de que los "varones nos pudrimos sin madurar".

He pasado revista a mi vida, sin evocar las mieles y las picardías del pasado, para conocerme mejor. He concluido, que soy un bicho raro, pero que muy raro.

No fumo, nunca he bebido calimocho y ni me he drogado. Tampoco he sido rockero, ni me "pone" la música que marchita las plantas; jamás fui un peludo, con coleta en el cogote y no tengo tatuajes ni  piercings. 

Por supuesto, no digo tacos y menos blasfemias; tengo un amplio vocabulario y "escribo y hablo" sin faltas de ortografía. 

No pertenezco a nadie, ni a partido   alguno, solo soy un verso libre, con criterio propio; un francotirador de las ideas. Estoy alerta a las manipulaciones de periodistas y pseudo intelectuales que conducen la masa amorfa, al redil de las mentes vacías y los estómagos a dieta.    

Sí, soy un tío raro, un "Viejo España", que aún recuerda las normas de urbanidad, cede el paso o el asiento a una señora, no pone pie en pared, se descubre la cabeza bajo techo, no habla con la boca llena, ni tutea a desconocidos. 

Los años me han mostrado, que el silencio es más hermoso que las palabras inconsistentes o lesivas; que todos los seres humanos, independientemente de su orientación sexual, credo, raza o condición, merecen un respeto; que pertenecemos a la Tierra y no al revés; que debemos dejar a las generaciones venideras, un mundo mejor; que la felicidad consiste en tener salud, amor, bienestar razonable y una autoestima alta, por vivir según nuestros principios y escala de valores.

La edad me ha enseñado, que la vida es corta y dura, pero hermosa; que merece la pena disfrutarla, siendo bondadoso con cualquier forma de existencia, pues transitamos juntos por un instante de la inmensa Eternidad.

Ahora sé que las modas tiranizan nuestra forma de pensar y vivir. Muchas veces, los intereses espurios, la ilimitada ambición de poder, la avaricia, el ego desaforado, la envidia... y  otras servidumbres del ser humano, conducen a la vana infelicidad, olvidando que es mejor ser que tener.

En fin, lo dicho, soy un tío raro, que ha recibido una educación en valores; que ha asumido las consecuencias de los errores y aprendido al corregirlos. Ahora, vivo mis rarezas, en paz con mi conciencia.  

10 comentarios:

  1. A ver si can quedando más tíos raros de esos que nos relatas

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  2. Ojalá no seamos una especie en via de extinción.Seamos positivos

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  3. Si, quedan tíos raros como Miguel … alguno conozco, pero no tan perfectos.

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  4. Gracias Suso, por esas palabras tuya, movidas por el afecto personal

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  5. Pues no eres tan raro. Más bien un hombre sencillo como mis tíos queridos y echados ya en falta.

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  6. Evidentemente,no lo soy. Mi artículo está cargado de humor e ironía. Solo soy un viejo educado en otra época más disciplinada y respetuosa. Por otra parte, los viejos no debemos compararnos con los jóvenes actuales, sino compararnos con ellos cuando teníamos su edad, pero valorando las circunstancias de cada época. Gracias por tu comentario

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  7. Jaja. Gracias Mariceli, por subir mi autoestima.😊

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  8. Me gusta mucho la reflexión. Hay que ser un poco raro, sobre todo en la educación, los modales, el buen humor y una cierta ligereza frente a la vida.

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  9. Gracias Rose, nuestro fortuito encuentro en un comercio, fue una ventana abierta a una nueva amistad, que dados nuestros diferentes orígenes geográficos y culturales, puede ser gratificante y enriquecedora. Espero repetir pronto aquel fortuito encuentro

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