sábado, 12 de febrero de 2022

Vivir es peligroso

Nota previa del autor: algunas fotografías de este artículo, pueden herir la sensibilidad del lector.

"La salud es un estado fisiológico, con un mal futuro" 

Nacemos con un código genético, que condiciona nuestro tiempo máximo de vida y lo aminoramos con malos hábitos de higiene, nutrición, ambientes o actividades inadecuadas.

A lo largo de mi "tiempo pretérito", he sufrido accidentes de circulación, caídas de caballo, revolcones de vacas bravas, mordeduras de ratas de laboratorio, de perro, de caballos y de burros, así como el picotazo de una avestruz en la cara. También he debido sortear algún cascote caído de un edificio durante una galerna, repeler agresiones físicas y sufrido lesiones deportivas, especialmente, en randoris de judo. Es decir, he tenido riesgos en lo que llamo "mi vida nacional"

                                           

Sé que "por prudente y por gallina, se muere menos", pero "por miedo a morir, no he dejado de vivir". No siempre nos guardamos del peligro, ni aprendemos en cabeza ajena, actitud que no es privativa de los jóvenes. 

A veces, los jubilados, vivimos una "segunda juventud" y seguimos tentando la suerte. A pesar de ello, nunca me he fracturado un hueso. Pero paseemos por mi pasado.

1970. Cita con mi admirado Félix Rodríguez de la Fuente. Me muestra a los legendarios lobos Rómulo y Remo de sus documentales; me adentro un par de pasos en la jaula de un oso pardo, para sacar una foto sin barrotes y salir de inmediato. Mi imprudente locura, no tuvo consecuencias.

   

1971. Córdoba. Quirófano de la Facultad de Veterinaria; cachorro de león de un circo con 6 meses no especialmente inmovilizado. Anestesia ligera, dada la gran sensibilidad de los felinos. Amputábamos sus garras, para que el domador de circo, nunca sufriera un zarpazo y como mucho, un bofetón. El animal se despertó a media intervención y el cirujano se puso nervioso preparando más anestesia. Mi práctica de cirugía, se transformó en sujetar como pude al felino, codo en cuello y manos en sus garras delanteras, volcando mi cuerpo sobre el suyo. Aquél minuto, de por lo menos "180 segundos", se saldó con una buena descarga de adrenalina y una bata desgarrada por sus patas traseras.

1973, Nouadhibou, Mauritania. Pipo, un pelícano criado en cautividad, aparentemente inofensivo, estiró su largo y recogido cuello, me lanzó su pico a la cara, mientras trataba de impresionarme con sus abiertas alas. Afortunadamente, no consiguió lo que había logrado la avestruz. También allí, fui atacado por un grupo de ratas en un túnel, que unía mi lugar de trabajo, con el puerto.


Camboya, 2017. El elefante ignoró mi inexperta orden y se puso a comer hojas de un árbol, poblado de monos. Los tenía muy cerca de la cara, se mostraron muy agresivos y me bajé del elefante como y cuando pude. 
          
2017, Indonesia

Sumatra es una isla volcánica, con un inmenso cráter en su interior, convertido en el lago Toba, que contiene a su vez, la isla Samosir. Para acceder a ella, es necesario navegar en un transbordador absolutamente sobrecargado, con la línea de flotación muy comprometida y con un riesgo evidente de hundimiento

Isla de Rinca, hábitat de los dragones de Komodo. Éstos devoran vivas a sus víctimas. Cuando son pequeños, se suben a los árboles para protegerse de los adultos, pues son caníbales. Pude ver de cerca un dragón hembra que estaba anidando, sin más protección que un cayado en horquilla, para bloquear su boca en caso de ataque.


Isla de Bali. Una serpiente pitón que se desplazaba sobre mi cuello, sentía la humedad de su piel y el crujido de sus vertebras. Aún fue más desagradable cuando ésta giró su cabeza y me miró el rostro, de cerca y de frente, sacando su lengua bífida. Una norteamericana, disfrutaría con ella más que yo. Realmente, no fue peligroso, aunque el miedo es libre
   
      

2017, Etiopía.

La existencia de guerrillas en el norte, (territorio Afar) y de etnias violentas en la Oromía, en el sur del país, exigió la protección militar. Además, estuve en dos volcanes activos, accedí a complicados santuarios de montaña y circulé por carreteras que eran usadas por las tribus ganaderas, para mantener en cercas a su ganado. En estas circunstancias, se producían numerosos y graves accidentes de circulación. En el caso de que muriera algún animal, el conductor del vehículo tenía un elevado riesgo de ser brutalmente atacado.

Volcán Erta Ale, observando el movimiento del magma, en el mismo borde del cráter, con suelo inestable y emisión de gases

      

     

Volcán Dallol, entre lagunas de ácido sulfúrico, procedentes de las emanaciones sulfurosas del volcán.


Abuma Yemata Hug, Etiopía, escalando descalzo una montaña sagrada, para visitar una iglesia excavada

Las tribus del río Omo, han sustituido las lanzas por fusiles Kaláshnikov. Etnias como Daasanachs, Mursis, Hamers, Karos o Nyangatoms, por ejemplo, tienen frecuentes enfrentamientos armados entre ellos y son extremadamente violentos cuando consumen alcohol.

A veces, di dinero para que posaran para mi. Las mujeres ancianas, se pusieron agresivas, pues sólo seleccionaba las más jóvenes y los hombres, se pusieron violentos, porque les pagué lo mismo que a las mujeres. Acudí a un mercado Hamer, ya sin protección militar y muchos de ellos, me amenazaban cuando sacaba la cámara de fotos. Cuando ofrecí al jefe local, una gorra con ventilador de placas solares incorporado y collares a algunas mujeres, (ver el verde de la foto), se calmaron
                     
Tanto en el río Omo, como en el lago Tana, hay hipopótamos y cocodrilos. Navegar por ellos en piragua, no suele ser muy tranquilizador para un europeo de cerveza y sofá.

 

2019. Juego con animales salvajes, criados en cautividad, pero con capacidad de matar en un momento irascible, de miedo o de fuerza descontrolada. Jugando con un cachorro de tigre siberiano, me clava sus finos colmillos en un antebrazo. 

Tigre de bengala de 6 años. Tras jugar con él, le provoqué aplomando los pies en diagonal y flexionando las rodillas. El animal se tiró a mi cuello, mientras lo protegía con el antebrazo. El impacto de sus 180 kg de peso en movimiento fue brutal. Se puso en unos dos metros de altura a dos patas y resbaló "dulcemente" sus garras por mis flancos. Mi enguatado chaleco se rasgó convertido en un poncho.

Entré en el recinto de una manada de lobas y me senté con ellas en el suelo. Éstas mordisquearon mi nuevo poncho y me arrastraron hasta terminar de convertirlo en jirones.

    

                      

2020,  Benín "Templo de las pitones". En la creencia animista, las serpientes son consideradas sagradas, por entender que son los ancestros reencarnados. Para entrar en el recinto, tuvimos que descalzarnos y caminar entre numerosas serpientes, moviéndose libremente por el suelo. Sentí miedo y repugnancia, pero dominé mis sensaciones, incluso, cuando el "sacerdote animista del templo", nos colocó una pitón a modo de turbante. 

         


También visitamos un tétrico mercado de fetiches animistas. Se vendían miles de cadáveres de fauna salvaje o sus restos y animales vivos para sacrificar en ritos vudús. Estaba acostumbrado a prácticas de anatomía y a presenciar el sacrificio de miles de animales en mataderos de abasto. Sin embargo, quedé impresionado, ante semejante mercado de la muerte, por la innecesaria crueldad humana, el atentado masivo a la Naturaleza y el riesgo epidemiológico que representaba. 

Me invitaron a meter la mano en un recipiente lleno de escorpiones vivos. En la India, había confiado en un encantador de serpientes y toqué una cobra, pero esta vez, me negué a confiar, pensando en el cuento de la rana y el escorpión.

Cogí una tortuga carnívora viva, con una boca capaz de seccionar dedos de un mordisco e incluso manejé pequeñas serpientes, una de las cuales, metió su cabeza en la oreja de mi amiga y compañera de viajes. Sin embargo, lo que más temía, era el polvo en suspensión del mercado, que podía portar ántrax.

Afectado por aquél exterminio masivo de fauna y físicamente muy sucio, me di una prolongada ducha, intentando limpiar mi cuerpo y mi mente de todo lo vivido.

    

         

              

    
Recipiente con escorpiones vivos
 
   Serpiente en el rostro               Una tortuga carnívora
  
Cabeza de mono recientemente cortada, aún caliente

Foto de un guía turístico ruso en Uganda; posición similar a la mía con el tigre, pero con un león macho. Comentamos nuestras mutuas aventuras con animales y le pedí un programa de viaje. Un mes más tarde, la viuda me comunicó su muerte por covid.   
         
                                                 

A veces, el riesgo se presenta cuando un macho alfa, quiere proteger su harén. Este canguro, me obligó a rodearle, cuando me acerqué a sus hembras 

                                                             

Hay riesgos que a veces, pasan desapercibidos y que debemos tener en cuenta: la malaria, por los mosquitos; la fiebre hemorrágica transmitida por garrapatas; las mordeduras de monos (riesgo que he vivido en Camboya, Indonesia y China); bebidas y comidas ofrecidas por los lugareños, no sólo por su evidente falta de higiene, sino por ser licores destilados sin control de alcohol metílico o por miedo a que añadan alguna sustancia narcótica o similar para robarnos. 

                                                   
                                                                   Camboya                           China
                                             
                                                           Simulo beber alcohol de recipiente 
                                                           con calaveras de monos. Benín
                  
                      Bebida afrodisiaca en                        Invitación a beber alcohol y agua 
                             Sao Tomé                                            Etnia Dorze, Etiopía      

                                                                 
                                                         Una clara imprudencia, fue tomar 
                                                         leche fermentada de yak, ofertada 
                                                         por una tibetana en la calle

A veces es un riesgo, fotografiar personas. En el mercado de Paracou, en Benín, un grupo de vendedoras, se pusieron simultáneamente agresivas conmigo y debí retirarme a tiempo. En Togo, una vendedora me amenazó con un cuchillo por el mismo motivo, pero tras una acción envolvente, no sólo posó, sino que me dejó compartir con ella el momento. En Zanzíbar, una vendedora accedió a posar conmigo cuando en broma, le pedí en matrimonio.             

                  
                       Paracou            Me amenazó con un gran cuchillo            Declaración
                        Benín              pero luego accedió a la foto. Togo            en Zanzíbar

Me transfiguro en un viaje aventura. Confieso que a veces, he ido más allá de la prudencia y la cordura, pero hasta ahora, he vivido intensamente, volviendo a salvo, sano y endurecido, con una experiencia y conocimiento del mundo, que ha hecho de mi otra persona.

Los que ven documentales de fauna salvaje desde el sofá, piensan que algunos cometemos locuras y  pocas veces, me he sentido un peligro extremo. Por ejemplo: con una víbora cornuda en el desierto de Mauritania; con un escorpión en la ducha en Guinea Bissau y con una serpiente taipán en Australia


Los que realmente se la juegan con la fauna salvaje, son los que se sumergen entre tiburones sin jaula de o caminan entre cocodrilos, como mi amigo Francisco Estela; los que alimentan hienas salvajes en Harari, al este de Etiopía, como Abbas Yusuf, el "hombre hiena"; se sumergen sin protección entre cocodrilos, para obtener primeros planos fotográficos,  aprovechando la deficiente visión frontal de estos reptiles, como Bartolomeo Bove; o los que se integran en una manada de leones, como hace el naturalista y etólogo Jorge Alessanco, en Masai Mara, Kenia.
                    
                                      

                                    
                                                 
Muchos asumen riesgos importantes por la "pasión de viajar"; otros, por amar deportes de riesgo, como los pilotos de motos, coches; los que vuelan en parapente, practican barranquismo, esquí alpino extremo, escalan "ocho miles" o realizan travesías por selvas, desiertos o glaciares, por ejemplo, sin aportar necesariamente por ello, un servicio a la sociedad. 

Otros muchos, se la juegan, por estar mal informados o lo que es peor, porque no encuentran sentido a su vida. Me refiero, por ejemplo, a los "negacionistas" de las vacunas anti covid y asistentes a macro-fiestas o botellones sin protección sanitaria en plena pandemia; a los que llevan una vida desordenada, de vicio y drogas, tirando por la borda el mayor don que le dieron sus padres, su propia existencia; los aspirantes a "carne de esquela", por sedentarismo, obesidad mórbida...etc.

                                                
Otras personas, a las que llamo "Jardineros de la vida", se ponen en riesgo por vocación de servicio. Me refiero a los que se entregan a los hijos de un dios menor en tierras de barro y miseria, extrema violencia y terrorismo, para sacarles del hambre y la desesperación; a los sanitarios de primera fila, que se enfrentan al covid, al ébola o a grandes desastres naturales; a bomberos, agentes del orden, militares y otras profesiones similares, que protegen nuestras vidas.... para ellos, mi personal reconocimiento y agradecimiento. 
    
                         

           









3 comentarios:

  1. Desde luego que no has dejado de vivir por miedo a morir, Miguel; cuántas aventuras!, cuántos peligros!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No más de los que paseamos la vida por nuestro país. La pandemia, las drogas, los accidentes de circulación, los deportes extremos, las peleas,... el riesgo esta por doquier. Los que yo he pasado, son solo más exóticos y algo nivelados.

      Eliminar