lunes, 28 de septiembre de 2015

Playa de otoño

Esta madrugada, hemos tenido un eclipse total de luna llena y rojiza, a la que han bautizado "luna de sangre"

Una noche mágica que ha tenido en vela a muchos mirones del cielo.

Durante el momento cumbre, ha habido enamoramientos, ternuras de vida, temblores de emoción y quién sabe cuántos sueños, promesas e incluso miserias humanas. 

En lo que concierne a mi existencia en mi entrañable entorno, el acontecimiento del día, ha sido pasear la playa de otoño.

Terminada la temporada de baño, huidos los turistas, retornados los santanderinos de toda la vida (STV) a sus cuarteles de otoño - invierno, todo ha cambiado.

Han retirado las plataformas de madera de acceso a la playa  y el tinglado de los socorristas. También ha desaparecido la silla de baño para minusválidos e incluso el tractor de playa, que volteaba y filtraba las arena de la playa en cada ocaso del sol.

La inmensa playa en su marea casi en bajamar, tenía pocos visitantes. 

Un anciano con bastón y bufanda, mojando los tobillos en las olas, un yorkshire paseando a su dueño, un cometero bailando su artilugio al viento, algunos palistas jugando al pim pam, unos futbolistas de arena y varios corredores en colores fluorescentes, dando alegría al ambiente.  

Algunos edificios singulares, iluminaban el atardecer con sus coloreadas luces y reflejaban su poesía en las finas lenguas del mar, que hacían de espejo.

Filamentos de algas daban su verde a la dorada arena, mientras un busca tesoros, paseaba su detector de metales buscando los oros perdidos del verano. Unos pendientes, una pulsera o una alianza de amor perdidos en el sílice del mar.

Perdidos los bikinis, han vuelto los románticos paseos contra los húmedos vientos del Cantábrico, bordeando las saladas espumas con olor  a yodo.

Hemos recuperado nuestra playa de otoño, con su viento y nostalgia, sus mareas vivas, sus violentas galernas y sus amores de frío.  








 

 


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