jueves, 1 de octubre de 2015

La vaca que sabía demasiado


Durante 10 años, trabajé en la Consejería de Ganadería de Cantabria. No era mi lugar natural, pues mi formación principal, era la Seguridad Alimentaria y la Salud Pública.

Sin embargo, me agradó asomarme a otros campos de la profesión veterinaria.

Mi primera experiencia profesional, fue en la industria privada, la segunda, fue el control sanitario y la tercera, la Producción Animal

El ambiente era estupendo. Brillaba la camaradería y el buen humor, por lo que me sentí realmente en mi elemento.

Fui una especie de comodín, que aprovechaban para misiones varias: iniciar el proceso de identificación animal, coordinar los Facultativos de campo, tramitar las subvenciones a los sindicatos, coordinar el control de residuos en animales, ser vocal en cuantas comisiones diversas se crearan de coordinación con otras instituciones y así toda una década de afanes.

La mayoría de las actividades de grupo, tenían lugar en la Sala de Juntas, en la que lucía un precioso cuadro ganadero: Una vaca frisona, surgiendo de la bruma de la montaña, buscando algo de comida entre la blanca escarcha de la mañana.

¡Nunca me cansaba de ver aquella pintura!

Aquella vaca, había sido testigo de muchas sesiones de trabajo y de acción política: auditorías de la UE, reuniones con sindicatos ganaderos, con industriales agrarios, con alcaldes de colores varios, en suerte de conseguidores para su pueblo.. y todo tipo de grupos de acción dentro del sector de la producción.

Si la vaca hablara, 

Contaría  cientos de anécdotas, chascarrillos, política de alta, media y baja gama, pedigüeñeces de productores, prepotencias de industriales y dominancias de mercado. 

 Narraría crisis sanitarias, sueños de ganaderos y aspiraciones de cazadores; exigencias de ecologistas, y pesquisas de beneméritos de perdidos tricornios, defensores de las nobles causas.
Nos hablaría de peregrinos asesores de un mundo irrealizable, de alternantes bajonazos políticos entre partidos que se erigen en un fin en sí mismos, sin considerar, que solo deben ser un medio para el bien común. 

Y nos documentaría de los abundantes logros en pro de una ganadería moderna.

En aquella época, me asignaron una becaria como ayudante, joven, pujante y eficiente, que lejos de representarme una carga inicial de trabajo, resultó ser un diamante sin pulir.

Llegado el momento, volví a mis raíces de Salud Pública, robando a Ganadería aquella piedra preciosa que me tocó la fibra de los sentimientos y adopté como mi hermana pequeña.

Ya en mi terreno profesional, trabajó conmigo, cuando dirigí un equipo de profesionales, formado casi exclusivamente por mujeres.

Tuve entonces que navegar por las procelosas aguas de la femineidad, sin hundirme en la tormenta, llevando siempre el barco a puerto, aunque no sin percances de la mar.

Vi crecer a la joven becaria, como persona y como profesional, mientras compartí con ella, muchos esfuerzos por conseguir una sociedad mejor.

Era mi delfín natural y me sucedió en el puente de mando del barco de la Seguridad Alimentaria.

Conscientes de su valía, le ofrecieron un alto cargo en Ganadería, donde ejerce actualmente, con carácter, sabiduría y afán de servicio, el 2º nivel de responsabilidad de la Ganadería de Cantabria.

Volví a ver con alegría, el cuadro de la vaca. Esta vez, en su despacho.

La vaca hambrienta buscando comida, parecía una metáfora de la actual situación, pues disminuye el número de explotaciones ganaderas de la región y la rentabilidad de estas, por el bajo precio de la leche

Sentí satisfacción y orgullo por mi antigua colaboradora. Pensé que la Dirección había mejorado en presencia, esencia y potencia, pues en el cuento del sapo y la princesa, siempre preferí esta última.

Con el convencimiento de que aquella vaca símbolo, está en buenas manos, caminé mi libertad por las tierras del mundo.



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