lunes, 12 de octubre de 2015

Norteamérica. Capítulo sexto: Las luces de Manhattan


El día fue tan emocionante como agotador. Tras visitar el National September 11 Memorial Museum por la mañana y el One Trade Center por la tarde, aún quedaba "exprimir" la noche.

Di un paseo en barco, para ver el  perfil de Nueva York iluminado, asistiendo a un espectáculo grandioso. 

Era mi cuarto paseo en barco, pero siempre sorprende, maravilla y emociona.

Ver los principales rascacielos de la ciudad, entre ellos el One Trade Center, el Rockefeller, el Empire State y el Chrysler, nunca decepciona. 

Algunos de ellos, cambian de color dependiendo de motivos diferentes. A veces, se tiñen de color con la bandera de un país amigo, de rosa, por el día del sida, o de cualquier color por cualquier motivo de interés.

Son magníficos los colores reflejados sobre las negras y procelosas aguas de los ríos. Gusta ver el enorme, redondo y coloreado reloj de Colgate y por supuesto, la verde silueta de la gran dama de la bahía, la Estatua de la Libertad.

Desconozco la razón, pero rodearla en barco y verla de cerca, inspira una gran paz interior. Refleja majestuosidad y es todo un símbolo de la joven y potente nación norteamericana.

A su lado, la Isla de Ellis, no resalta en exceso, pero en ella, se guardan los recuerdos de millones de europeos que vinieron a la Tierra de los Sueños, en busca de pan, paz y libertad.

Ya en tierra, vi en el muelle contíguo, el famoso portaaviones Intrepide, y un submarino a su lado. Ambos tuvieron una participación bélica importante, durante dla Segunda Guerra Mundial.

Tuve el privilegio de atravesar Manhattan en coche. Quien me transportaba, me llevó a visitar el Lincoln Center, una amalgama de tres edificios: la Ópera, la Filarmónica y el Teatro de Nueva York, unidos por una fuente central que bien parecía una alianza de amor en agua iluminada.

No podía faltar la Catedral de San Patricio, recientemente visitada por el Papa Francisco, ni el Centro Rockefeller y por supuesto, Times Square

Terminada la visita, volvimos a la casa de un familiar que habita en Long Island, pasando para ello, por un largo túnel, bajo el East River.

Agotado físicamente por el esfuerzo y por tanta emoción, el coche me transportó en sueños.


































































































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