jueves, 29 de octubre de 2015

Australia. Capítulo 9. Canguros en la pradera

Tras el fuerte aguacero, vino la calma.

 Me llevaron a una pradera donde una quincena de canguros pastaban su verde.

Recorrí lentamente el campo, con un ojo en los canguros y otro en el suelo, para no tener más sustos.

Cada 30 pasos, paraba, sacaba una foto y reanudaba lentamente la marcha, para que no huyeran.

Era mi primer avistamiento real de esta especie. Los dos canguros más cercanos, estaban prestos a la fuga y aún estaba lejos de ellos.

Tampoco pensaba acercarme demasiado, pues en un momento dado, agreden con sus patas y dan puñetazos con sus miembros anteriores.

No había llegado desde España, para meterme en un ring-pradera de boxeo.

Les vi marcharse espléndidos, hermosos, maravillosos y simpáticos.

Mientras, espantaba una miriada de insectos, que pululaban en aquél humedal.

Jo, había soportado alguna broma sobre los canguros. Decía que siempre estaban en a pradera a las 7 de la mañana y que  luego desaparecían.

Le pregunté si tenían horario laboral como los funcionarios, para atraer a los turistas y se rió.

Me contó que en Australia hay más de 25 millones de canguros y que no son especialmente apreciados, pues se comen las cosechas, las flores y lo que caiga a su alcance.

Conseguida mi aspiración, fuimos finalmente a la granja, y regresamos a tiempo para hacer la cena.

Me correspondía hacer una tortilla española con cebolla.
Todo iba bien, hasta que fue peor. 

Me sucedió lo mismo que en Canadá. El vuelco de la tortilla fue desastroso y hube de recuperar de la mesa, un tercio de mi obra de arte.

A pesar de ello, fue un éxito pasable. No he hecho fotos de mi obra, pues no me siento especialmente orgulloso de ello.

He aquí unas modestas y lejanas imágenes de mi encuentro con canguros.




 

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