lunes, 5 de octubre de 2015

Norteamérica. Capítulo primero: La llegada

Inicie mi viaje a USA. Desayuné en Santander, comí en Madrid, merendé sobre el inmenso Atlántico, cené en Nueva York y dormí en Delaware, lugar que como en otros sitios de América, toma su nombre de los indios que lo habitaban hasta no hace tanto tiempo.

No es un viaje de turismo, aunque aprovechare la ocasión para aprender un poco más de esta nación a la que el Papa Francisco, ha bautizado como la “Tierra de los sueños”

Es un viaje de encuentros entre una familia enraizada en las dos orillas del océano, de abrazos y sentimientos.

He perdido ya la cuenta de las veces que se ha repetido el rito de entrada. Afortunadamente, no ha sido por la famosa isla de Ellis, historia de emigración europea, de hambre, incomprensión y violencia, como ahora es el caso de los refugiados sirios.

He viajado en un inmenso Airbus, dejado mis diez huellas dactilares en un ordenador, me han fotografiado el rostro y tras ser escudriñado por un policía de origen oriental, me han permitido entrar en el país, al que también pertenecen dos de mis nietos. 

Pienso con cierta sorna, que al menos, no me han tomado las huellas de los dedos de los pies, pero mejor, no les doy ideas.

He dormido a las 6 de la mañana europea versus medianoche americana y despertado a destiempo biológico, por ser las seis en la tierra del beagle y la hora de la caña con pincho de tortilla en nuestra convulsa nación.

La casa es de estilo rancho, en una sola planta, de grandes habitaciones de unos sesenta metros cuadrados cada una y con enormes camas king size. 

La decoración es un resumen de la historia de su propietaria, en la que predominan las vivencias asiáticas.

Numerosas fotos, atestiguan los lazos de unión entre las dos ramas familiares; la europea y la americana.

Me veo en fotos de viejos recuerdos exentos de canas con la presencia de seres queridos ya ausentes de la vida, pero presentes en el corazón.

Ocupan lugares preferentes sus dos fallecidos maridos, el militar con quien “paseó” la vida por varias bases americanas en el Sudeste asiático y el cirujano de origen hindú, fallecido tras contagiarse en acto de servicio, en un accidente de quirófano. 

Hay otra foto con un vecino de la urbanización. Se trata de Joseph Biden, el actual Vicepresidente de los Estados Unidos, con Obama.

De postularse como candidato a la Presidencia de los EEUU por el Partido Demócrata y ganar las elecciones, las viviendas de la urbanización de mi tía, tendrían una considerable revalorización, según me cuentan en la zona.

Hoy desayunaré en Delaware y comeré en Pensylvania. Mañana asistiré allá a una boda familiar. Nos reuniremos en una cena informal, donde previamente, se ensayará la ceremonia de mañana.

Será día de millas y abrazos. En esta mi segunda boda americana, veré de nuevo la corte de damas de honor.

Si el tiempo lo permite, asistiré, como se ve en las películas, a una ceremonia “de jardín”, junto a un lago y bajo un arco de flores. 

No parece sin embargo que la suerte juegue a favor, pues es posible, que suframos la cola del huracán Joaquín, que ya ha tocado el sur del país. 

Espero y deseo, que la posible tormenta no empañe el momento de los ilusionados novios.

Este gran país, es la tierra de las cheers – leaders y de animadoras de encuentros deportivos así como de otros muchos espectáculos que saben organizar como nadie. Probablemente, será una inolvidable experiencia.

Recuerdo ahora simpáticas y entrañables películas americanas, como El Padre de la Novia, Los Padres del Novio, La gran boda griega o la propia Manma mía.

En definitiva, espero una boda diferente, desenfadada, hermosa y original, en un antiguo rancho americano del 1825 cuyo granero, ha sido habilitado para este tipo de celebraciones. 

Falta poco para disfrutar del evento familiar y estoy abierto a otras mentalidades y estilos de vida, con un punto en común: el amor y el deseo de felicidad compartida de un hombre y una mujer.





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