martes, 13 de septiembre de 2016

Champú de perro

"La vida es muy importante para tomársela en serio"

Solo se vive una vez y hay que reir mucho y bien, aunque sea de uno mismo, por higiene mental o como forma de ser feliz para vivir muchos años.

Esta mañana, me duché en casa de un cuñado. Me había quitado las gafas y no veía más allá de mis fosas nasales. Llegado el momento, tiré de un champú, me lavé la cabeza y sentí un olor extraño.

Ya fuera de la ducha y con las gafas puestas, comprobé que me había lavado la cabeza con un champú "exclusivamente para perros", que al parecer era único matando pulgas.  Lo curioso además, es que mi cuñado no tiene perros.

No pude menos que reírme de mí y de mis circunstancias. Pensé en otras duchas poco placenteras, como cuando me duché en Zinguinchor, Senegal, con agua roja capaz, si pudieran asimilarse sus residuos férricos, de eliminar la más exacerbada anemia, o cuando me encontré un escorpión en la ducha de mi hotel en Guinea Bissau. Bueno, sin olvidar el champú que usé en casa de una nuera con el que me quedaron unos rubios reflejos que resaltaban sobre mi canoso pelo y que me confirieron un "toque de salida de armario"

Al salir del baño, "ya sin pulgas", me dispuse a desayunar con uno de mis hijos. Oía un ruido por la radio, de esos que llaman música tecno, capaz de marchitar las plantas. Mi abdomen hacía de caja de resonancia, como si fuera un altavoz. Pensé que de tener la solitaria, debía sentirse como en un terremoto brutal y también, que de tener sobre mi una hipotética pulga viva, no habría resistido este segundo ataque.

Francamente, media horita de trabajo contra el Sexto Mandamiento, me ha proporcionado, ya convertido en padre, grandes placeres de la vida, como oler pañales usados, recoger vomitones, oír llantos persistentes o avalar la hipoteca de un hijo. Soportar música tachunda, no era pues una de mis emociones de mayor tensión.

Realmente, las experiencias de un padre de familia a lo largo de una vida, constituyen todo un elenco de emociones que hemos e tomar con deportividad y buen humor. Si un goloso sabe que 30 segundos de placer de chocolate significan unos gramos perpetuos más de peso, 30 minutos de lujuria, suponen  muchas eventualidades en la vida, que debemos enfrentar con paciencia, humor y amor.

El champú de perro, ha sido una anécdota más de vida que no me habría ocurrido de no haber viajado para ayudar y acompañar a un hijo que intenta ganarse el futuro. Ha sido la consecuencia de una misión paterna, realizada con sudor de verano, humor y amor.

Retorno hoy a casa cansado, optimista, con una gran sonrisa y libre de pulgas.

Realmente, la vida es hermosa.




No hay comentarios:

Publicar un comentario