jueves, 22 de septiembre de 2016

Islandia: hielo y fuego

Nunca había figurado Islandia entre mis prioridades de viaje. Demasiado al norte, muy fría, con poca luz y territorios inhóspitos. Me sentía más atraído por las tierras calientes y luminosas o por los verdes paisajes de grandes árboles y doradas hojas de otoño.

Cuando mis amigos me propusieron este destino, desdeñé pronto la idea. Meses más tarde, me he encontrado con ellos tras su vuelta de Islandia.

Esta isla no era solo una sobrecogedora tierra negra como la noche que impera en ella casi siempre. Era también tierra de géiseres, volcanes activos, icebergs, fumarolas, cascadas, auroras boreales, soles de media noche y una población de raíces vikingas, de gran belleza.

La bella negritud de su tierra volcánica, con abundante basalto, la rojiza presencia de minerales férricos, los verdes esplendorosos tras los deshielos, las formas imposibles de sus costas y los perfiles fantasmagóricos de sus montañas, aconsejan la aventura del viaje.

Hay abundantes ovejas y una raza caballar autóctona, hecha a esta tierra de intenso frío y vientos de miedo, también hay una flora que desafía las inclemencias, baja  y pegada al terreno, otorgando al negro dominante alguna nota de color.

Islandia, un paisaje bravío y hermoso, bien merece la aventura del norte. He fallado este viaje, pero aún tengo tiempo de pisar una isla que espera para mostrar una belleza extraña. 





















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