lunes, 19 de septiembre de 2016

El circo de sus señorías

El cielo se ha vestido de gris panza de burra y llora periódicamente. El otoño ha presentado su carta de visita y se sienten los primeros fríos.

El circo de "sus señorías" ofrece tan sólo un espectáculo de corrupción, indignidad, ambiciones desmedidas, navajeo y miseria humana.

Los leones del Congreso, hechos con bronce de los cañones que lucharon por la patria y la libertad, son mudos testigos de la ignominia con la que los mangarrutas de cuello duro o los greñas grasientas, avergüenzan a los españoles.

Pasan los meses, los políticos van pasando con el carné en la boca por los juzgados y los partidos políticos se deshacen de los caídos en desgracia, como las lagartijas pierden la cola para salvarse.

Pero la corrupción gangrena los partidos políticos, que se han erigido en un fin en sí mismos, ajenos en su interior, a la democracia.

Los clanes, las tribus, los barones, los machos alfa de las siglas políticas y sus gladiadores cercanos, todos luchan entre sí para alcanzar o mantener el poder en pro, eso dicen, de conseguir para el pueblo, las mayores cotas de libertad, paz, justicia social, bienestar e igualdad.

Cada vez que se celebran elecciones, los políticos dicen que el pueblo ha dado una vez más una lección de sabiduría. Craso error y vergonzante mentira.

Soy de los que creo que la democracia, es el menos imperfecto de los sistemas políticos. Decía Napoleón, que una tontería repetida por un millón de ciudadanos, no dejaba de ser una tontería y eso es cierto, pero nadie tiene el derecho de arrogarse la posesión de la verdad y evidentemente, debe ser el sentir mayoritario, libremente expresado en las urnas, lo que prevalezca.

Y ello, incluso en una nación donde la gran masa de la población, se mueve por la pasión del fútbol, los programas del corazón, las revistas del chisme y las falsas diosas del papel couché versus princesas del pueblo y toda una banda de meonas horteras de un zafio ambiente.

Me duele el alma cada vez que oigo las respuestas a encuestas a pié de calle y pienso entonces, que tenemos simplemente, los políticos que nos merecemos.

Pero cuando miro la ganadería política que tenemos en las Cortes de España, pienso que estoy equivocado y que el pueblo, no se merece tener en los escaños del Congreso a semejante banda de culiparlantes sin personalidad, durmientes de bancada, babosos del aplauso sin criterio propio, barriobajeros de baja estofa y trincaprebendas varias.

No, España no se merece unos políticos que piensan primero en ellos, luego en su partido y finalmente, en el pueblo llano.

Se engolan, dicen grandes frases sin contenido que suenan muy bien, pero que huelen a camelo y negocian bajo cuerda sus verdaderas intenciones, no siempre confesables.

Muchos llegan al escaño sin estudios, sin haber trabajado y sin haber demostrado su valía, gracias al esfuerzo y el afán de superación. Son simplemente profesionales de partido, que han subido por la escala del poder, pegando carteles, preparando papeletas electorales, sobando los lomos de los poderosos y poniendo cara de gilipollas cuando habla su líder.

Suben a un estrado hablando ex cátedra, haciendo numeritos para la galería o luciendo camisetas con mensajes reivindicativos. Pero me equivoco. No hablan, sólo leen, porque están escasos de oratoria, les falta frescura intelectual y sobretodo, carecen de la formación que se debe exigir a un parlamentario.

Nuestra democracia está enferma por la corrupción, la incompetencia, la traición a los valores y la ambición desmedida.

Cualquier chiquilicuatre, pretende ser Presidente del Gobierno y representar a España en los foros internacionales, para vergüenza y escarnio de los españoles. No pienso ahora en el contador de nubes que nos hundió económicamente y nos avergonzó metiendo dos góticas en la Casablanca. Pienso en lo que puede ocurrir con un gobierno horrible de amalgama de partidos antitéticos, con intenciones de imposible conciliación y con afanes de implosión nacional.

Los partidos centrífugos, quieren la destrucción de España para ser cabezas de ratón, tirando por la borda su historia, hecha con la sangre de nuestros patriotas, héroes y mártires. Se aprovechan desde dentro minando nuestro país económica, política y culturalmente. Son nuestro caballo de Troya aprovechándose de la debilidad de nuestra nación y de la ambición y pusilanimidad de nuestros políticos.

Mientras los políticos mamonean con el juego de la silla, vendiendo el país por un plato de lentejas, el pueblo observa incrédulo nuestra vergüenza nacional.





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