sábado, 11 de junio de 2016

Un día en el valle de Cabuérniga

Resultado de imagen de vacas tudancas
A veces, entre los largos viajes, disfruto de  "tiempos con raíces". Entonces, recupero el abandonado jardín disfruto de la compañía de familiares y amigos y me abandono a momentos de sofá. En ocasiones, me proponen hacer desplazamientos locales, para convencerme de que no es preciso salir de España para ver y sentir la belleza de la vida.

Hoy ha sido uno de esos días. Nuestro destino ha sido el Valle de Cabuérniga, una joya de Cantabria, un paraíso natural, de montes bravos, densa vegetación, abundante fauna silvestre y una cabaña vacuna donde se enseñorea el ganado tudanco.

Enfilamos Cabezón de la Sal en coche. Una caravana de coches deportivos, nos llenó de ruido y color la carretera. Ferraris, Maseratis y Jaguars, entre otros, paseaban a sus orgullosos y ufanos dueños, al aire de los descapotables.

Llegamos a Ucieda y emprendimos una preciosa marcha a pié por la "ruta de los puentes". Luego de tres horas de marcha, bajamos el desayuno del amanecer.

Había tomado mi habitual manzana rallada con yogur y cereales, lo que se me antojó insuficiente para el esfuerzo realizado, pero cumplí el sendero hasta llegar nuevamente al coche.

Nos desplazamos luego hacia Bárcena Mayor, pero en el camino, un gran rebaño de vacas tudancas con su recría, se había adueñado de la carretera en su marcha a Sejos. Disfruté enormemente viendo las evoluciones del ganado, hermoso y alegre en su camino hacia el puerto.

Cuando llegamos a Bárcena, nos encontramos un maravilloso pueblo de casas de piedra, con balconadas de madera por doquier enormemente floridas.

Compensé el escaso desayuno y el esfuerzo del monte, con unas alubias rojas con venado y unas chuletas de jabalí. Tras llenar el monago a discreción, dimos un precioso paseo por el pueblo y emprendimos una pequeña marcha por otra ruta local.

Nos tropezamos esta vez, con una reata de yeguas con sus crías, que soliviantadas. corrían el monte con algún que otro sofoco de sus dueños.

Un perro de lanas, pareció unirse a la fiesta e intente fotografiar sus requiebros, con escaso éxito por mi parte.

De nuevo en ruta, llegamos a Ruente, un pueblo que aparte de tres maravillosas motos, nos tenía reservadas varias sorpresas.

En primer lugar, la Fuentona, un manantial natural que surge de un río subterráneo y embellece el pueblo. Luego, un molino de agua convertido en centro hostelero, cuyo jardín llenó mis sentidos de belleza. Finalmente...... "La oca en el océano", un inesperado y delicioso lugar, con una sobrecargada decoración, en lo que todo se vende y al tiempo, ofrecen una variada carta de bebidas, batidos, tés, chocolates y una maravillosa repostería de la abuela de la casa.

Disfruté de un maravilloso y espeso chocolate a la naranja, bizcocho a la naranja, chocolate con whisky y chocolate con vodka. Me alegré de no ser el conductor del vehículo y con el alma henchida de felicidad y satisfacción por un día hermoso, regresé a casa, ávido de teclear  en el ordenador, la alegría vivida.



 
 












 



 


 




 
 
 

 



 
 


 



                                                       

 

 











 


 

 





 
 
 







 






 





 
 
 
 
 




 
 

 


 










1 comentario:

  1. Miguel,precioso reportaje y tu estas muy guapo siempre con tu sonrisa eres genial,un abrazo muy fuerte.

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