lunes, 23 de febrero de 2015

La Reunión. Capítulo 4

He dormido una gran siesta y olvidado el largo viaje. Me enfrento ahora a la vida de la Reunión.
Me levantaré a las 6:30 horas de la isla, es decir, las 3:30 de España. Podaré un seto y marcharé a la playa, de negra arena volcánica, donde pienso tomar la primera muestra de la colección de arena.

Hace dos días, una joven de 20 años, nacida en la isla, hizo caso omiso de la prohibición de baño en una zona peligrosa. No lo hará más, pues fue devorada por un tiburón. Eso reafirma mi fuerte convicción de no cometer imprudencias donde la vida no te da fácilmente una segunda oportunidad.

He tenido una larga conversación con el dueño de la casa. La ficha es:

Origen hindú, varón 40 años, profesor de inglés en un Liceo, amante de la jardinería y futuro helper en la India. Buen cocinero, respetuoso, culto y buen conversador.

Me hará un plan de turismo en la isla. Ya he visto bastantes folletos y debo descartar actividades no acordes conmigo, tales como submarinismo, barranquismo, parapente, pesca de altura y simplemente, playa.

Puedo interesarme por un mercado popular en San Pierre, el museo de la vainilla, el del café y el de los volcanes. Me atrae visitar un túnel de lava volcánica, acceder a las inmediaciones de un volcán activo, que ayer mismo escupió lava, ver el fondo coralífero desde un barco de casco transparente y tal vez, hacer un paseo a caballo por la isla.

Tengo dudas de otras actividades, como sobrevolar la isla en algunas de sus versiones, como una especie parapente en un artilugio con silla y motor, o una avioneta e incluso un helicóptero.

He aprendido que debo lavar inmediatamente la vajilla, para que no vengan las ratas de la selva y tirar rápidamente la basura para que no vengan las hormigas. También debo tirar los detritus del inodoro seco, y cubrirlo con hojas del lugar. La feraz vegetación, se encarga de transformarlos rápidamente en abono.

La finca mide 5000 metros cuadrados y tiene mangos, cocoteros, bananos, piñas, Jackfruits, árbol del pan, café, aguacates, guayabos y algunas frutas más. Por lo tanto, tendré la oportunidad de disfrutar de los sabores tropicales del lugar.

Tendré la oportunidad de conocer diversos lugares y por lo tanto, no permanecer demasiado tiempo bajo la cárcel de mi mosquitera o del propio jardín verde. Podré bañarme en lagos de agua dulce, con cascadas incluidas, con la seguridad de no haber parásitos malévolos que suben por la uretra y se instalan en el organismo. Tampoco es preciso planchar la ropa secada al aire, pues no hay moscas que depositen sus huevos en ella y luego se hacen gusanos que penetran en la piel de su propietario.

Poco a poco y a medida que vaya conociendo el lugar, iré descartando los riesgos que a priori conozco y podré disfrutar de este paraíso en la medida que se pueda.

Poco sé lo que la isla me ofrecerá. No veré ballenas, ni veré la puesta de huevos de tortugas marinas. Posiblemente, tampoco pesque el gran merlín, por lo que mi dicha no será plena.

En cualquier caso, a pesar de la grandiosidad de lo que la vista me ofrezca, no me apartaré de la idea de que Cantabria es mi paraíso personal. La región ofrece montaña, mar, cuevas, verdes exuberantes, frías y blancas nieves, un buen nivel cultural y una excelente asistencia sanitaria, Todo ello, supone un activo fantástico, y ello, sin contar algo vital para mí, la querencia, la familia, los amigos y 40 años de vivencia, recuerdos y raíces.

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