viernes, 27 de febrero de 2015

La Reunion. Capítulo 8. Paz interior

Desperté la mañana, con los insistentes cantos de las aves. Tomé mi desayuno, mientras cedía involuntariamente, mi ración de sangre. Me invadió una cierta histeria y me disfracé de astronauta.

Mas sosegado, llené la bañera hasta el borde, para sumergirme totalmente en ella. Puse el ventilador, y me senté a escribir con ropa limpia y sin sudor, para atraer menos insectos. Puse música de Ennya. El bosque de las hadas y Mystic Fainies, me dan sosiego y siento una gran paz interior.

La música y el sonido ambiental de este lugar, se funden sin que llegue a diferenciar la procedencia de los cantos alados. Hace viento y el plomo gris, ha cubierto el cielo,mientras cae una lluvia brutal.

Recuerdo otros baños especiales. En Canadá, disfruté de un jacuzzi, protegido por su agua caliente, de las inclemencias de la nieve. Aquí, he sentido en la bañera, a piel desnuda, entre plantas tropicales, la fuerte lluvia del cielo. Es un placer simple, hermoso y pleno de felicidad.

El momento invita a la reflexión. Cuando paseamos el mundo, buscamos arte, exotismo, momentos de gloria, éxtasis de los sentidos y muchas otras motivaciones, a cada cual las suyas. Pero viajar, no es sinónimo de felicidad, ni permanecer en un solo lugar, lo es de lo contrario.

El bienestar físico, es encontrarse en un ambiente eugenésico, sano, con las necesidades mínimas cubiertas, flotando en una nube de relax.

La felicidad. puede tenerse sin un alto grado de bienestar, pero es un estado mucho más hermoso y gratificante. Es sobre todo, sentirse bien en la propia piel, tener la autoestima elevada, amar, ser amado y mantener en números azules, la contabilidad de nuestra conciencia.

Ser feliz, es desear serlo, vivir y actuar de acuerdo con nuestros valores y sentimientos; tener la capacidad de disfrutar cada momento, de nuestra vida, de otros seres humanos, de las plantas, de los animales y de las rugosidades y texturas del camino.

Es disfrutar del olor a tierra mojada; es inspirar el olor a café recién molido; es oler a pan recién hecho; es valorar la sudada camiseta que te da el pan de cada día.

Es emanar amor por los poros de la piel; es la capacidad de llorar y reír; es dominar tus pasiones o dejarlas volar; es emocionarse con el color de una hoja o el olor de una flor; es sentirse pequeño en el mundo, pero grande como persona, en nuestro segundo de vida, en la eternidad del Universo.

Es enjugar las lágrimas ajenas; dar solidaridad en los desamparos; dar vida y enseñar el camino, de los llamados a relevarte.

Es compartir sentimientos piel contra piel; es entrega, generosidad y renuncia; es ceder independencia, en una fusión superior.

Pero también lo es, darle un tortazo a un p. mosquito tigre, que viene derecho a por tu sangre, porque mi querido lector, una cosa es respetar la Naturaleza, amar y ser amado y otra, ser un gilipollas que se deje picar impunemente.

Vuelvo a disfrazarme de astronauta. Ya tendré ocasión de volar nuevamente con el corazón.



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