domingo, 29 de enero de 2017

Fuerza, tesón y sensibilidad

La lluvia me dijo que me quedara en casa. Pensaba mover las piernas y el corazón, dar oxígeno a mi cerebro y pasear el paisaje.

La nieve viste de novia las montañas, diciendo que el frío sigue en las alturas. El musgo verdea mi jardín y mata el césped de mis sudores y la mimosa anuncia el oro de sus flores. Es invierno, pero debo pensar en la primavera.

Mis viajes rompen el ritmo de las estaciones. Paso al verano en invierno y al contrario, rompiendo el normal devenir de la naturaleza. Es lo que tienen los aviones, los sueños lejanos y la determinación de ver mundo.

Pero mi casa es ésta y mi invierno es el que ahora enfría mi cuerpo, que no los sentimientos. Mis largos horizontes no deben impedir el cuidado de mi jardín. Es mi hogar y es aquí donde he de regar las flores de la belleza, de la esperanza y de la felicidad.

Fuera está el exotismo y la aventura desconocida; aquí, la seguridad, el calor y la serenidad del viejo calendario, que da solera a mis pensamientos.

Deberé recoger la hojarasca, limpiar los parterres, airear el césped, eliminar las ramas secas de los árboles, atar las ramas de mis frutales en espaldera, abonar y plantar en tierra los colores de las flores.

Es invierno, sí, como lo es ya mi vida, pero debo reinventar mi jardín como intento reinventarme cada año.

Pasó el tiempo de los hoyos en la tierra, plantando la sombra y la belleza del futuro. Mi jardín está consolidado, maduro y hermoso. Es hora de disfrutar el sudor de antaño, en sombras de verano, en sabores y en colores de vida.

Los árboles me sobrevivirán, pero dejaré la obra hecha, para que otros disfruten la belleza del futuro, como yo disfruto la que otros plantaron en el pasado.

Es invierno y en pocas fechas, marcharé al verano y cuando vuelva, lo haré en primavera. Veré entonces, la belleza de mi esfuerzo y tendré, a buen seguro, un éxtasis de colmada belleza, por los cerezos en flor de mi jardín y al mismo tiempo, evocaré los verdes bancales de arroz, del sudeste asiático.

Doy gracias al Creador por regalarme tesón, fuerza y sensibilidad, para disfrutar de este maravilloso mundo.

Las nubes han cesado de llorar y aún es momento de ver y beber la belleza del paisaje



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