sábado, 21 de enero de 2017

La nieve y yo

En estos días, medio España está aterida por grandes nevadas y he hecho memoria de mis aventuras y desventuras con la nieve.

Criado en Sevilla, tuve la suerte de conocer la nieve por primera vez en 1954. Tenía 7 años. Aquél día, Sevilla apareció con una fina capa nieve, que tachonaba de blanco el verde de sus jardines.

Tierra de jazmines, claveles, clavelinas, jacarandas, damas de noche, bouganvilleas e hibiscus, habíase transformado en una temporal, sorprendente y virginal, novia del frío.

Aquél hecho, se recordaría toda la vida en la ciudad. ¿Te acuerdas el día que nevó en Sevilla? Y los niños de entonces, recordaremos la efemérides, con las manos heladas haciendo un muñeco blanco que moriría poco después por la acción del sol de invierno.

Pasaron los años y se fue alejando el invierno del 54. La fecha de mi siguiente encuentro con la nieve, sería muy importante para la Humanidad.

El 21 de julio de 1969, recorrí el Parque Nacional de Ordesa, subí por la conocida "cola de caballo" y me dirigí al Monte Perdido, en los Pirineos. En su base, se encontraba un lago azul, un ibón entre montañeros. Estaba prácticamente congelado y era el auspicio de lo que me esperaba.

Miré al cielo y vi la mole que me esperaba. Subía dos pasos y la pedriza me desplazaba otro hacia abajo. Más arriba, la nieve me recibió en su seno y poco poco, hice mi primera conquista de montaña. Agotado y con una fuerte sensación térmica por efecto del viento, descendí a la base y volví al albergue de montaña. Tenía 22 años.

Ese mismo día, la televisión retransmitía la llegada del hombre a la luna. Oímos  emocionados la frase de Neil Armstrong: "It´s one small step for a man, one giant leap for mankid" (Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad).

Una primavera de 1977, quedé bloqueado por la nieve durante 19 horas, en el Páramo de Masa, entre Burgos y Santander. Aquél día, pasé frío y pavor. Finalmente, me salvé de morir congelado cuando en la madrugada fui rescatado por la Guardia Civil.

Años más tarde, tuve una nueva experiencia. Yo vivía en Melilla y hacía numerosas excursiones al desierto. Era un 19 de febrero de 1979 y la nieve cayó en el desierto del Sahara. Tenía 32 años.

Durante mi vida en Mauritania, había presenciado una lluvia tan colosal, que llegaron a formarse charcos. Lo que nunca pude imaginar, era 1ue años más tarde, vería el desierto, con una fugaz capa de nieve.

Desde entonces, viviendo en el norte de España, en una zona montañosa, he tenido esporádicos contactos con la nieve. Uno de ellos, fue pisar nieve en la playa del Sardinero de Santander, Era enero de 1985. Tenía 38 años.

Viví en las montañas de Canadá durante noviembre y diciembre de 2013 y nuevamente, tuve ocasión de saludar el gran frío blanco. Soporté entonces, temperaturas cercanas a - 40 º C.

Aterido de frío, regresé en autobús a Nueva York donde celebraría las Navidades con mi familia norteamericana. Aquél viaje debía durar 8 horas, pero permanecimos bloqueados durante toda la noche en la mitad de la autopista. Francamente, sentí miedo.

Un paseo por las frías calles de Nueva York, en Batery Park, junto al solar de las antiguas Torres Gemelas, me permitió ver preciosas esculturas de hielo. Aquél frío, me pareció un juego de niños.
                                   
                                       En el lago helado, al pie del Monte Perdido. Pirineos

                                                                Nieve en el Sahara

En las montañas de Canadá
                                                            Un ciervo en el paisaje
                                                           En una ventisca de Canadá
                                                        No sufrí solo las inclemencias



                               Sufrí el frío  y con las manos casi congeladas, saqué una secuencia
                               de fotos anodinas de un gato. Pero la paciencia dio su fruto y
                               finalmente, obtuve una imagen muy hermosa





                                           Jugando con el perro Quinoa con bolas de nieve



 Era un lago. Un lugar de baño y diversión en verano. El cartel señalaba el límite de la playa bajo
vigilancia y los horarios de servicio.  Estaba en hora, pero no en fecha de baño.




Símbolo inuit


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