lunes, 2 de marzo de 2015

La Reunión.Capítulo 10. Sombra en la espuma

Llegué a Saint Gilles, el Saint Tropez de la Isla. No estaba mal el Hotel Coco Island. Lo mejor era la piscina. Me refrescaba en ella al menos dos veces al día. Era un placer, desplazarme lentamente por el agua, como un cocodrilo, sin hacer olas y fuera, lo indispensable para respirar. Era la grata compensación del activo sol, en este paraíso llamado la Reunión.

Estaba a dos minutos a pie de  guirilandia, donde se cocía todo el turisteo de la gente venida principalmente, de la Metrópoli.

Vendían fruta tropical a precios de Europa, zumos exóticos y atractivos, aguas de coco, comida china, criolla,italiana, y por supuesto, francesa. Por haber, había una suerte de paella francesa de color amarillo.

Me dí el gustazo de tomarme el zumo "Africana", con piña, mango, jengibre, menta e hibisco. Me supo a gloria.

El mercado era más pequeño, pero igual de pintoresco que el de Saint Pierre, aunque con artesanía textil de mayor precio y calidad, especialmente,las piezas batik. Los precios eran bastante elevados, en comparación con otros puntos de África, por lo que se notaba, la intermediación comercial y el nivel europeo de la plaza, con un turismo de calidad.

Disfruté enormemente el acuario, con los peces tropicales de la zona, con un mero enorme y como no, con mis majestuosas, mágicas y admiradas, siniestras y temidas máquinas de matar: los tiburones.

La ambientación de los acuarios, con barcos de madera y de hierro hundidos, era muy buena. He visto muchos acuarios por el mundo y este, sin ser de los mejores, entre otras cosas, por su limitada superficie, es realmente excelente. Se realiza en él investigación y creo que también, docencia, lo que le hace aún más valioso. Ello, sin contar que realizan la reproducción de tiburones en cautividad, para el suministro de unidades a otros acuarios del mundo.

Seguidamente, di un prolongado paseo en el barco "Le grand Bleu", admirando el litoral y observando a través de su casco de cristal, el fondo coralífero, en la inmensidad de su color.

Viendo los usuarios del barco, pensé que ya se puede ver en la Reunión, la futura raza de la Humanidad.

Los intereses económicos, el imperialismo, los medios de comunicación, el turismo y por supuesto, el amor, hace que el futuro sea criollo.

Negros de Madagascar, blancos de Francia, amarillos de Vietnam y cobrizos de la India, han consolidado un mestizaje sin vuelta atrás. El resultado, es como el de un café con leche a la vainilla; un color de la tierra, de pelo y ojos negros.

De vuelta hacia el puerto, miré a la isla, que se iluminaba con el sol cayendo hacia el horizonte. Estaba de espaldas al sol, como negándome  a mi propio ocaso y mi sombra se proyectó en la espuma del mar.

Era una alegoría a la aventura personal; a la soledad del viaje; a la fugacidad de la vida, con mi sombra, mi fiel compañera, que se desdibujaba en la espuma del mar y aparecía nuevamente. 

Algunos peces voladores, cruzaron mi compañera y mis íntimos pensamientos, se convirtieron en lejanos recuerdos. Allá en el estrecho de Gibraltar, en una travesía de Algeciras a Ceuta, mi padre me enseñó el raudo nadar de los delfines y los simpáticos peces voladores. 

No sé si mi sombra se dio cuenta y lloró conmigo el silencio, recordando aquellos momentos de felicidad. Cuando aún ella y yo, éramos pequeños y oíamos risas y sentíamos el cariño de nuestros padres. Ella debe recordar las de mis padres, pues compartió sus sombras.

Cocodrileé en la piscina, calma,y calladamente, pensando mi semana por venir. Ya relajado, dormí la noche. Había terminado un intenso fin de semana, en una isla del fin del mundo.























































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