viernes, 6 de marzo de 2015

Isla de la Reunión. Capítulo 13. La cascada de Langevin


Abandono definitivamente Saint Vincendo. He trabajado de jardinero durante dos semanas. He podado un seto informal, quitado malas hierbas, marcado senderos con piedra volcánica y acondicionado una zona de plantación de helechos y bromeliaceas. He sudado la gota gorda y empapado mi ropa por el esfuerzo y la dignificacion del trabajo.

Lo mejor, es que he visto el satisfactorio resultado del trabajo bien hecho. Cuando se hace algo por convencimiento, algo que se ama o algo que ofrece luego buenos resultados, es realmente gratificante. En definitiva, es la pasión por la pasión.

Es cierto que he tenido aspectos menos gratificantes, como la lucha, perdida de antemano, contra la miríada de insectos existente en el entorno en que me he desenvuelto. Aunque también hay ejemplos de plantas parásitas, como la corteza entramada de la foto.

Esta mañana, he vivido la vida en la Cascada de Langevin, cuyas fotos hablan por si solas. Puedo resumir con agua, verde, frescor y magia. 

He dado una clase sobre seguridad alimentaria, a los alumnos del Liceo de Saint Joseph y he disfrutado igualmente con la docencia. No puedo menos, que agradecer al Liceo y en concreto a la profesora de español, la oportunidad de tener esta magnífica experiencia.

Los amigos de Fabrice, me han encantado. Arnod, Enmanuelle la artista, Alex la apasionada y Clotilde la profesora que me invitó, han sido muy afectuosos conmigo, y gente del mayor interés.

Quisiera destacar a Clo, una mujer de gran inteligencia, hecha a sí misma, con fuerte personalidad y socialmente comprometida. Es de las personas de las que uno lamenta despedirse, pues es de las amistades que se desea conservar. El tiempo y la distancia, hacen difícil la amistad, pero es de las personas que merecen ese esfuerzo.

Clo me llevó tras la clase a la Punta de Langevin, el extremo más al sur de todo el territorio de la UE, donde hicimos unas fotografías para el recuerdo. 

La última fotografía de esta crónica, es una demostración de clara "mala pata·. Pueden observarse la mitad de los picotazos recibidos en una sola pierna, en los últimos 4 días.

Pero cuando caigan las hojas de calendario y el cerebro haya olvidado lo negativo, se acordará del bello paraíso, que alimentó mi vida durante mi estancia y las gratas veladas que tuve ocasión de compartir.

Cuando las maletas piden volar, cuando mi cuerpo necesita el estremecimiento del frío, cuando se ansía volver al hogar, uno se replantea las cosas.

Es cierto, en el mundo hay regiones hermosas y esta es una de ellas. Es verdad, que en cualquier sitio, hay belleza, si se sabe mirar. Todo es cuestión de actitud y buscar lo que agrada los ojos u engrandece el corazón. 

Y yo valoro mucho este espectáculo de belleza, luz y color, de espumas de mar contra rocas de lava; de marcianos y sobrecogedores paisajes y de saltos mágicos de agua, que engrandecen el alma.

Pero hay otro paraíso aún más hermoso. Es el de la satisfacción de la autoestima, la ternura, el amor, la seguridad de tu rincón, tu taza de té caliente, el crujir del pan recién hecho, acompañando los sabores de tus costumbres y el olor de tu hogar.

El de tus viejas zapatillas, el cómodo pantalón, semiroto por la historia vivida, o el humo de tu chimenea.

A mi regreso, disfrutare de los amados paisajes de mi tierra adoptiva. Veré otras espumas de mar, otras montañas, otra flora y otra fauna y me reconfortare con los abrazos de la gente que me quiere. 

Y algún día evocare lejanos recuerdos de mi visita a la isla de la Reunión, donde nunca sospeché estar. Y añorare los momentos sudados en ella. 

Pero aún me quedan calores, colores y belleza por recorrer, antes de que un avión, me lleve al corazón de Europa, camino de mi hogar.



                                                                   Cascada de Langevin
                                                                            Fabrice Dally

                                                                Liceo de Saint Joseph                    




                                                       Porche de la casa de Gilles y Clo
                                                                  Punta de Langevin
                                                                             Clo




                              Si señor, mala pata y no es la única parte afectada. Todo un desastre









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