Tsumugi y Nagato, llevaban casados cinco años sin tener descendencia. A pesar del intenso sabaneo de alcoba, abarcando todo el arco horario, posturas y orientaciones cardinales, no conseguían su propósito.
Ningún centro médico de fertilidad, consiguió ayudar a la pareja, pero siguieron intentándolo.
Yacieron juntos en un hospedaje tradicional japonés llamado ryokan, bebiendo sake, pero fracasaron nuevamente.
De nada sirvieron rogativas y conjuros de brujos, curanderos y sanadores.

Recurrieron a un litoterapeuta, sirviéndose de piedras importantes para la fertilidad y el embarazo, como la piedra ojo de tigre, la aventurina y la cornalina, con un resultado decepcionante
Decidieron amarse junto al peligroso magma del volcán Erta Ale, en el desierto del Danakil, Etiopía. Yo estaba allí. Ascendimos juntos montando en dromedario hasta la cumbre del cráter. Los ríos de lava, se movían a gran velocidad sin verterse al exterior.
Nagato estaba más interesado en iluminar la intimidad de la vikinga que sus heridas y le llamé la atención.
No hubo amor de volcán. Tsumugi se indignó con la deslealtad de Nagato y aquella noche rompió para siempre con su pareja.
Mientras descendían del volcán, Tsumugi narró a Mateo el fracaso de su maternidad y éste, le contó su propia historia, comentando que era el Elegido de Isis, la diosa de la fertilidad y maternidad
Al día siguiente, llegamos al lago salado Abbe. Estábamos sucios, agotados y sudorosos, pero no teníamos bañadores. Aquello fue un despelote colectivo y flotamos en el agua como en el Mar Negro.
Tsugumi y Mateo, se amaron con sabor a sal, flotando como si estuvieran en el seno materno. Los rosados flamencos del lago, fueron testigos de la futura maternidad de la hija del sol naciente.
Tsugumi envió a Mateo, la foto de su hermosa y gestante desnudez. Su sonrisa decía felicidad. También prometió, no revelar el secreto de las amantes.
Tsugumi parió con dolor un niño al que llamó Takairo. Mateo supo entonces, cuál era su misión: dar esperanza, amor y vida.
Nota del autor.
Las jovenes danesas, se hicieron mis amigas. María, la enfermera portuguesa, que me ayudó a curar a la accidentada, me envió semanas después, una foto flotando desnudo en el lago
He advertido un error. Quise referirme al Mar Muerto, no al mar Negro
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