miércoles, 11 de octubre de 2023

El amante errante. Capítulo 6. Anjali

Mateo se encontraba en Pushkar, Rajasthán, India, para asistir a la Festival del camello, que se celebra todos los años, coincidiendo con la luna llena de noviembre.




Festival del camello en el Puskhar

Acuden más de 20,000 camellos y cerca de 100,000 personas, entre ganaderos, turistas y peregrinos que van a purificarse en el lago sagrado de la ciudad de Puskhar.

Se celebra un divertido baile de camellos; carreras de camellos; una competencia de novias; un campeonato del bigote más largo y el baño nocturno en el lago, con miles de lámparas de arcilla. También venden artesanía, telas, leche y queso de camella. Todo, bajo el continuo son de la música tradicional.

Los padres lucen sus hijas ataviadas con coloridos saris de seda bordada, con ánimo de casarlas.

Mateo se fijó en Anjali. Era una nómada del desierto del Thar, donde pastoreaba una manada de camellos.

Alta y delgada como un junco, sus graciles movimientos, marcaban bajo el sari unos pechos turgentes y sinuosas caderas. Tenía la piel del color de la tierra y unos ojos negros con mirada de fuego, que se clavaban como puñales en el alma.

Anjali lloraba con lágrimas secas de pena, desesperación y rabia. Ansiaba casarse por amor, pero su padre había concertado su boda con un camellero pakistani, por una importante dote. Sentía que la vendía como un camello más.

Mateo, impresionado por su desgracia y su belleza, le propuso huir con él a una plantación de té en el estado de Kerala.

Mateo y Anjali, escaparon en sendos camellos camuflados en la multitud y se dirigieron al aeropuerto de Puskhar. Horas después aterrizaban en el aeropuerto de Cochin.

Anjali huía del pasado y se enfrentaba a un incierto futuro, con un desconocido extranjero.

Mateo la trataba con respeto y delicadeza. Su alegría al verse libre en el verde paisaje del sur de la India, resaltó su exótica belleza, como una rosa de Jericó, cuando le llueve el agua de la vida.

Mateo mostró a Anjali, plantaciones de vainilla, canela, pimienta y cardamomo. Visitaron una isla de un antiguo maharahá, en un lago artificial hecho durante la colonización británica.

Anjali reflejaba el gozo de la esperanza, al tiempo que sentía admiración y agradecimiento, por un desconocido extranjero, que humedecia sus sentimientos, como el rocío a las rosas del amanecer.

Navegaron en una barco de juncos por los laberintos de un exótico lago, bordeando sus orillas llenas de vida, de gente humilde y alegre. 

Compartieron el lecho del camarote. Mateo le dio la espalda, para evitar la tentación y no traicionar su confianza. Anjali se pegó a su dorso, haciéndole la cucharilla. Sus corazones estaban a escasos centímetros y parecían latir acompasados; al principio excitados y luego, con la lentitud del sueño confiado.

Al amanecer, Mateo besó con ternura su frente y reemprendieron su viaje por tierra. 

Recorrieron caminos de montaña y senderos entre femeninas lomas, bajo una suave lluvia, que resaltaba el apabullante verdor tropical.

Esta vez, durmieron en una cabaña en un árbol, a 10 m de altura, sobre una plantación de cardamomo.

Mateo le dio nuevamente la espalda, pero Anjali acarició su dorso. Se miraron frente a frente dominando su instinto, pero un beso, desató la pasión retenida.

Los sonidos de la selva musicaron un amor inesperado y maravilloso, que jamás olvidarían.

Conducia un coche entre maravillosas plantaciones de té, mientras sonreían a la vida.

Subitamente, apareció en el paisaje, una mansión de la época victoriana, convertida en hotel con encanto.

La mullida cama, fue escenario de nuevas entregas de pasión. 

Mateo y Anjali, pasearon al amanecer, por húmedos senderos de té, bajo los cánticos de las recolectoras de hojas y el clis clás de sus tijeras.

Anjali parecía flotar en un paraíso y soñó con vivir allí su futuro. Aun no sabía que tenía la semilla de Mateo en sus entrañas.

Anjali vio crecer su vientre, recolectando hojas de té, entre las solidarias campesinas que la acogieron con alegría en el sur de la India.

Anjali imaginaba a su amado en España, sorbiendo el estimulante sabor del te que le enviaba. Mientras, D. Mateo, añoraba sus desperdigados amores por el mundo, con una humeante porcelana de té con cardamomo.

Los pavos reales, vocearon con fuerza, mientras Anjali paría con dolor, una preciosa niña, a la que llamó Kanya.


Silueta de Anjali frente al mar Arábigo 

Notas del autor

Mi amiga Ángeles y yo, habiamos recorrido el norte del subcontinente indio y durante el forzado encierro del covid, soñamos con visitar el sur de la India.

Fuimos los primeros locos en viajar allá, tras la pandemia. En veintiún días de trayecto, solo vimos un grupo de seis occidentales y la inmersión en la región fue intensa.

Visitamos los estados de Tamil Nadul y Kerala, viajando desde las costas del mar Índico a las del mar Arábigo.

Durante tres semanas, llenamos nuestras retinas de colores; nuestra memoria de vivencias y nuestro corazón, de la magia de una India profunda y auténtica.

He utilizado las anécdotas, las experiencias y los paisajes vividos, para escribir el nuevo capítulo de Anjali, de la serie, "El amante errante". El relato no es real ni se corresponde con la vida personal del autor


Itinerario de nuestro viaje



Cabaña sobre una plantación de cardamomo





Las cobras son un riesgo en los campos de té 


Plantación de té de la mansión




La mansión de la plantación




Nuestro viaje por laberintos del paisaje



Siluetas de la India mágica 

El autor con su habitual sonrisa viajera











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