lunes, 14 de diciembre de 2015

Los amores de Zinga

Una bala roja, acabó con la vida de Marcos en el barco de la muerte, anclado en la bahía de Santander. Amalio, su hijo,  huyó para no correr la misma suerte.

Pudo escapar enrolándose en un barco con bandera de Turquía y desembarcando en Bulgaria, Allí le esperaba Xenta, la amiga de un fascista italiano, que luchaba en España contra los rojos.

No lo tuvo fácil, pues ni conocía el idioma, ni compartía las costumbres de aquella gente. Xenta pertenecía a un clan de zíngaros, que viajaban por los caminos con sus desvencijados carromatos.

Era gente alegre y divertida. Tenían el cielo por techo y la fogata como calor de hogar; se ganaban la vida con un pequeño circo familiar, al que debió incorporarse.

Primero, se encargó de cuidar los animales, montar la carpa y cobrar las entradas. Más tarde, aprendió un número de lanzamiento de cuchillos, que hacía con Xenta.

Era morena, y tenía el pelo ensortijado. Sus ojos eran dos estiletes que se clavaban en el corazón de la gente. Cuentan, que embrujaba a los hombres con el contorneo de sus caderas, cuando bailaba la danza del vientre.

Una noche de verano, Xenta  bailó ante Amalio su sensual danza. Las llamas crepitaban y proyectaban la sombra de su cuerpo, mientras el caballo de la carreta, relinchaba la madrugada.

Xenta y Amalio, acompasaron sus cuerpos al son del amor, mientras la carreta chirriaba con la pasión desatada en su interior.

De aquella noche, surgió una bella zíngara a la que llamaron Zinga.

Acabada la contienda española, se desencadenó la II Guerra Mundial.

Amalio, comprendió el peligro que se cernía sobre Bulgaría y emprendió el regreso a España con Zinga y Xenta, estableciéndose en Bilbao.

Zinga no tuvo más hermanos, pero fue feliz, en el seno de su corta familia. Creció sana y hermosa, mientras la vida pintaba para ella, un horizonte de felicidad.

A sus 17 años, cuando se abría al mundo adulto, sus ojos vivarachos veían un futuro de colores, mientras sus labios, ansiaban su primer beso y el primer estremecimiento.

Pero el destino venía cruel. Zenta perdió la vida cuando por azar, se vio envuelta en una reyerta callejera. Amalio, no pudo superar la muerte de su esposa, muriendo meses más tarde.

Zinga, desvalida, sola y con lobos rondando su vida, luchó, sufrió y venció las brutales adversidades que se cruzaron en su camino.

A veces, pensaba en su abismo personal, pero se aferraba al perro, que su amigo Chisco le regaló. Entonces, veía de nuevo los colores de la vida.

Apreciaba a su amigo; era mayor que ella, pero una vez, quiso darle una lección, avergonzándole ante los demás.

Se presentó ante él y sus compañeros de trabajo, vestida de colegiala, con faldita escocesa, calcetines y unos grandes aros zíngaros que pertenecieron a su madre. Chisco, se sonrojó al verla así.

Zinga era hermosa, tenía carácter y la firme determinación de ganar su vida. Llamaba al pan pan y al vino vino y supo superar el pedregoso sendero que le ofreció el destino.

Se casó y parió con dolor, pero con emocionada alegría, cinco preciosas hijas, tan vivas, expresivas y hermosas como ella. Todas tenían el duende zíngaro de su abuela.

Volvió el dolor y nuevamente, el sendero de piedras. Su marido la abandonó, sola ante la responsabilidad de criar sus cinco soles.

Zinga, tras la ruptura con su infancia, la pérdida de sus padres y el abandono de su marido, alcanzó con el tiempo, su alegría, su bienestar y su felicidad.

Tenía un corazón muy grande y una maravillosa familia de 6 mujeres. Un gineceo, en el que con el tiempo, las mayores discusiones, girarían en torno al tráfico de ropa por los armarios de la casa.

Zinga impresionaba por su fuerza, su determinación, su generosidad y su valor. A pesar de su historia, conservaba gran parte de su belleza, su expresividad, sus ojos de fuego y sus ganas de vivir.

Pasados los años,Chisco le pidió que le revelara la receta de su felicidad. Ésta con su hermosa sonrisa, le respondió que le daría la de su plato preferido y que no olvidara al hacerlo, el ingrediente más importante del guiso.

                                                                                                   
                                                  Carrillera de ternera al vino tinto

Ingredientes 

4 carrilleras de ternera
1 puerro
2 zanahorias
1 cebolla dulce
2 hojas de laurel 
2 ramitas de romero 
2 decilitros de vino tinto
1 decilitros de aceite de oliva suave
Sal a gusto 
Pimienta de molinillo 
3 cucharadas soperas de harina 
Agua 
Amor al gusto

Pasos

Limpiar las carrilleras de nervios y grasa.
Trocearlas en dos trozos y apartarlas.
Limpiar las verduras, trocearlas y apartarlas. 
Poner aceite en la cazuela y calentar al fuego.
Salpimentar las carrilleras, pasarlas por harina y freírlas bien por ambos lados para sellar la carne.
Ya listas las carrilleras, ponerlas en un plato y echar las verduras troceadas junto al romero y las hojas de laurel. Sofreír todo.
Añadir e vino tinto y dejar reducir unos 5 minutos, para que se evapore el alcohol.
Añadir unos 2 litros de agua, moviendo bien y cuando esté hirviendo, incorporar las carrilleras.
Tapar la olla exprés y dejar cocer 35 minutos desde que empieza a silbar el vapor. 
Dejar reposar unos minutos, abrir la olla exprés, sacar las carrilleras e un plato y reservarlas aparte.
Colar la salsa resultante del estofado a un cazo y dejar cocinar hasta que se reduzca y espese a nuestro gusto.
Calentar finalmente las carrilleras y emplatarlas
Unas patatas fritas cortadas en dados, serán un buen acompañamiento
Servir el guiso, con amor y alegría










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              1 comentario:

              1. Que bonitoooo,parece un cuento!!! Sólo faltaba la receta de las carrilleras!!!😘😘😘😘😘😘😘

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