martes, 8 de diciembre de 2015

Pasión entre pucheros

Marenga trabajaba al amor de la candela.

Hija de un amor prohibido, se había criado en la dureza del tiempo.

Vestía en harapos de colores, dulcemente cosidos a la luz de la lumbre.
Su cuerpo de niña había cambiado a sinuosas curvas de pasión.

Lucía una silueta de pecado, bajo su vestido de pobre.

De muy joven, se cimbreaba como un junco valiente, al son del viento.
Su piel era de pálida porcelana, pero sus manos tenían los callos del vivir.

Ahora, su amante, un antiguo marinero, había cazado para ella un jabalí en el monte.
Tendría plato caliente para combatir la gazuza y calentar su preñado vientre.

Morgana, su madre, se había entregado a un marino danés .
Cuentan que al verlo en el viejo molino, sucumbió a su sonrisa de verde mirada

Cuando el viento insufló las velas del navío, se llevó al norte la pasión de su noche,
pero ella guardó su semilla en las entrañas.

Pasadas las nueve lunas la parió a la luz del candil.
La yegua de la cuadra, relinchaba inquieta, al oír los gritos del dolor de vida.

Marenga había crecido entre fogones de grandes ollas.
Su madre era cocinera en una casa de postas en la fría Normandía

Le enseñó el arte de cocciones, asados y escabeches.
Dominaba los tiempos de fuego y conocía como nadie, el uso las especias.

Nunca faltaban en su templo de sabores.
Junto a la dorada mantequilla normanda, usaba laurel, pimiento, romero, tomillo y otras hierbas secretas traídas por fugaces viajeros.de lejanas tierras.

Decían que en su huerta, crecían  hierbas que peregrinos de la ruta de Santiago, habían llevado a su regreso.

Sus turgentes pechos de inminente maternidad, se movían  al agitar los sabores del puchero.

Estaba feliz.

Ansiaba ser madre y esta vez, su marinero se había quedado en tierra.

Juntos, navegaban su felicidad por las verdes tierras normandas.

Aquel puchero, guardaba el sabor de su historia, la esperanza de vida y el amor de pasión que la enajenaba de placer

 Aquél cocimiento, era una obra de arte y amor, cuyo secreto, transmitiría solo a sus descendientes.
.
Con el tiempo, Marenga, la hija de Morgana, enseñó las artes culinarias a  su hija Manila y ésta a Mesana.

Fueron tiempos felices, de fogones y pasión.
Siempre con un marinero en tierra, cambiando las olas del mar, por los surcos del terruño y los senos del placer.

La vieja receta, era la trucha a la normanda.

Mesalina, la nieta de Mesana, me enseñó su secreto de familia, cuando tras una loca noche de pasión,  abandoné mi barco, para dormir con ella, todas las lunas de mi vida.

La vieja casa de postas, había sobrevivido el desembarco de Normandía, tras haber sido residencia de oficiales nazis durante la Segunda Gran Guerra.

En la actualidad, nuestra hija Nora, espera su marinero en tierra, mientras prepara gloriosos platos, entre ellos,

La trucha a la normanda

• 6 truchas limpias y evisceradas

Salsa:
• 3 chalotes
• 40 g de mantequilla de vaca normanda
• 1,5 litro de mejillones
• 2 vasos de sidra
• 45 cl de crema fresca


Presentación:
• 3 cebollas
• 1 ramillete de perejil triturado
• Sal y pimienta con molino


1. Pelar los chalotes y cortar muy fino antes de pasarlos por la sartén con mantequilla, durante unos minutos. Añadir los mejillones, el vino blanco, y dejar cocer todavía 5 buenos minutos, moviendo. Quitar las cáscaras y reservarlas.

2. Recuperar este jugo de cocción filtrándolo con un colador fino. Verterlo en un cazo y completar con la crema fresca, y luego calentar a fuego medio y dejar reducir unos 5 minutos. Salpimentar al gusto.


3. Precalentar el horno a 220°C (ter. 7-8). Colocar las truchas en una  fuente, unas junto a otras. Pelar y cortar fino las cebollas antes de repartirlas por el pescado. Añadir los mejillones y cubrir con la salsa a la crema.


4. Enhornar durante unos quince minutos, el tiempo que dure cocer las truchas, y espolvorear con perejil picado, antes de servir.

1 comentario:

  1. Precioso cuento y mejor receta!!!👏👏😘😘😘😘😘😘😋😋😋

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