martes, 12 de enero de 2016

Mi mundo entre mujeres. Capítulo 12. " La amiga roja"

Me escapé de Francia. Era becario de la Republica Francesa, pero al oler la frontera en Biarritz, pasé a España y me dirigí a Madrid.

Fueron escasos días de abrazos de familia y de un brújuleo profesional, que me abriría muchas puertas de futuro.

Mantuve dos entrevistas en la Administración española, que marcarían mi futuro personal, poco después.

Uno de los contactos, me proporcionaría con el tiempo, mi primera experiencia profesional, como Director Técnico de la empresa IMAPEC, en Mauritania.

El otro, me ayudó años después, a preparar las oposiciones que me permitieron acceder a la Función Pública española. Este último, hizo algo más: me dio su amistad y me presentó su familia.

Conocí a su hija, cuando era estudiante universitaria. Era más roja que las amapolas, tenía un corazón de oro, era consecuente con sus ideas y activista política en la última etapa del franquismo.

Curiosidades de la vida, congeniamos desde el primer momento. Ella un tanto revolucionaria y yo, sin estar identificado con el Régimen, un joven repeinado, de corbata y portafolios, respetuoso del orden y ajeno a la agitación universitaria.

Ello no quería decir que no tuviera riesgos políticos involuntarios.

Cruzaba a pie la Ciudad Universitaria, en dirección a la Facultad Veterinaria de Madrid. Iba a matricularme en los cursos monográficos del doctorado. Chaqueta, corbata,,...todo un joven profesional, integrado en la sociedad. Vamos, un tío de derechas, que dirían los rojillos.

Iba silbando, como era mi costumbre, cuando un policía a caballo, me interceptó el paso. Me preguntó en tono cortante si sabía lo que estaba silbando. Me dijo que iba chiflando La internacional. Pero al ver mi cara de estupor y sorpresa, me dijo más calmado, que cuando pasara por delante de su otro compañero a caballo, fuera con la boca cerrada, pues " tenía muy mala leche".

Me encontré con mi amiga en la Facultad y le conté los sucedido. Oí su perorata rojilla y la miré con la condescencia de una persona más experimentada.

Días antes, había protagonizado una sentada ante una institución pública y había sido desalojada a peso muerto, al estilo " no nos moverán", con la canción de Joan Báez como fondo. Ya he dicho, que era una rojilla, hija de su tiempo.

Días más tarde, en el convulso Madrid del franquismo feneciente, llevaba en mi coche a mi amiga y a otra compañera suya. Al adelantar un vehículo de la Policia, una de ellas les profirió una letanía de insultos e hizo amago de un corte de mangas, con mi preocupada protesta, por su arriesgada actitud.

El coche policial, nos adelantó y nos cortó el paso, obligándome a parar. Un policía abrió mi puerta con una porra en la mano y me dispuse a lo peor.

Sorprendentemente, me dijo que no me preocupara, pues no iba conmigo. Entonces pensé en mis amigas, pero aquel día, estábamos de suerte.

Los policías bajaron violentamente los jóvenes que ocupaban el coche posterior al mío, los arrastraron por el suelo y les dieron una buena tunda de porras, que acabó con una herida sangrante en la cabeza de uno de ellos.

Si en alguno de estos incidentes narrados, hubiera sido agredido, habría reaccionado y me habría radicalizado, como muchos jóvenes de mi generación, influidos por mayo del 68, las protestas de la Guerra del Viet Nam, las ansias de democracia, el romanticismo y el inconformismo de la juventud.

Décadas después, conservo la amistad con mi amiga roja, que mantiene sus ideas, como yo las mías, pero los años, la han hecho más pausada.

Estoy orgulloso y feliz de ser su amigo desde hace más de cuatro décadas y me pregunto qué me pasa a mi, para ser según ella, de la derecha civilizada y tener mis amistades más entrañables, militando en el rojerío progresista.

Será, que por encima de las ideologías, me interesa más el corazón de la buena gente, sin importarme sus colores

Mi amiga de la que no cito su nombre, tampoco podía faltar en Mi mundo entre mujeres.


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