domingo, 31 de enero de 2016

Mi mundo entre mujeres. Capítulo 26. La tía de sangre

Una pléyade de ancianos estaba alineada en la gran sala en sus sillas de ruedas.Tenían la mirada perdida, en su limbo de memoria. Han vivido mucho y tienen mucha historia, pero no la recuerdan.

Hombres y mujeres que no se conocen; que no saben quiénes son, ni quiénes son sus seres queridos. Han vivido mucho, pero ya no viven; solo son seres que vegetan la espera de su trance final.

Entre esos ancianos, se encontraba mi tía Casi; mi única tía de sangre, que me vio nacer, me vio crecer y vivió los hechos más trascendentes de mi vida.

Única hermana de mi fallecida madre, es la última representante de mi anterior generación. Lleva 98 años respirando, muchos de ellos, con una vida intensa y emocionante.

Su primer trabajo, fue en el Gobierno Provisional de Burgos, durante la Guerra Civil española. Se ocupaba de enviar los mensajes cifrados tras las líneas enemigas.

Me contó que una vez pasó miedo. Comprobó que el mensaje que ella había enviado encriptado, no se correspondía con el que luego constaba en el archivo y pensó que podían acusarla de traición. Pero lo que realmente pasó, fue un rápido cambio de planes militares, que ella no conocía.

Otra de sus vivencias, tuvo relación con el accidente aéreo del General Mola, que tantos ríos de tinta y rumores generaría.

Una compañera suya, debía viajar en el mismo avión que el general, pero se le rasgó una media y el militar no quiso esperar a que se cambiara, ordenándola que se fuera en el siguiente avión militar. Fue la última orden que dio, pues el General falleció al estrellarse su avión poco después.

Más tarde, se encargó de enviar información a los miembros de la División Azul, que combatían contra los soviéticos junto a los alemanes.

Años más tarde, se casó con un viudo, alto cargo de RENFE.  Era un vasco imponente, residente en Madrid. Él o su padre había sido uno de los fundadores del Atlético de Madrid.

Disponía de un vagón de tren convertido en vivienda e incluso tenía un mayordomo. Viajaba por toda España y a veces, venía a Sevilla, para alegría de mi familia.

Durante la dictadura, no solamente era difícil obtener pasaporte, sino que teníamos expresamente prohibido viajar a cualquiera de los países comunistas.

Sin embargo, mi tío político y mi tía Casi, viajaron a algunos países tras el telón de acero, entre ellos, la República Democrática de Alemania. en representación del Gobierno Español

Mi tía contaba,no sin mi asombro, lo que luego ya sería evidente y que aún perdura en Corea del Norte: los guías obligados, espías del partido comunista. Si no me falla la memoria, fue en 1957.

Enviudó en 1959 y pasó a una vida más sosegada y entregada al amor y compañía de mis abuelos.

Aún es propietaria de la vivienda donde nací, murieron mis abuelos maternos y falleció mi madre.
Es, sin lugar a dudas, la casa de las raíces familiares, que por cierto,mantuvo en su fachada, por muchos años,los efectos de la metralla de la Guerra Civil.

Aquél lugar, fue escenario de combates, en la toma de la ciudad, cuando las tropas de Franco, atacaron desde lo que luego sería, la Ciudad Universitaria de Madrid.

Era la madrastra de una vasca que fue pretendida por de la Quadra Salcedo, quien luego de dejar el deporte, organizó durante muchos años, la Ruta Quetzal, tan conocida por los jóvenes españoles y sudamericanos.

Pero no tenía hijos propios. En realidad, sólo tuvo una sobrina y un sobrino, siendo yo uno de ellos.

La vida transcurrió feliz durante muchos años, pero la prematura muerte de mi madre, tiñó de negro mi vida. Mi tía, fue a partir de aquel momento, como una madre y como tal, la quise siempr

Mi tía, era una mujer muy hermosa. Tenia una gran elegancia personal y una mirada limpia de ojos turquesa. El reloj le ha robado mucho de aquel encanto y distinción. Incluso se ha llevado su identidad.

Ya no sabe quién es, ni qué hizo en la vida, ni quiénes somos sus seres queridos, pero nosotros sí sabemos quién fue y quién es todavía, a pesar de su limbo.

Mantiene parte de su belleza, a sus 98 años de corazón activo. Aún late, dentro de su cuerpecillo de huesos y fina y traslúcida piel. Por ella transcurre una red de venas y arterias muy visibles.

Espera sin saberlo, el último suspiro que lleve su alma junto a nuestros ancestros.  Mientras tanto, seguirá respirando entre los ancianos de pérdida mirada, en una residencia de muchas arrugas, muchas historias y poca memoria.

Los ojos se humedecen de pena, pero ella, en su infantil ancianidad, es feliz a su manera.

La tía Casi, es una de las mujeres más importantes de mi serie: Mi mundo entre mujeres.

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