miércoles, 13 de abril de 2016

Bandera de libertad

Trollers arrastrados. Pasos perdidos. Paneles de destinos: viajes de trabajo; despedidas  de pena, de esas  de “ algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”

Abrazos de reencuentros. Más lagrimas, pero de alegría reencontrada. Besos de mejilla, besos de labios,  de ansiedad, amor, pasión y ganas de vivir.

Aeropuerto de Santander, la puerta de mis aventuras y los abrazos de mis querencias.

Bocadillos de cerdo en jamón, blanca espuma sobre amarillo de cebada y lúpulo, café solo, bebido solo o acompañado. Seres humanos, con su vida a cuestas, con sentimientos desbridados,  henchidos de vida.

Bruselas, apenas días atrás, otros seres humanos se "afanaban en su afán" de día a día, proyectos, obligaciones, sueños, miserias, ideales y compromisos.

Locos, descerebrados que renunciaron al privilegio de vivir, arrastraron al abismo otros seres humanos, cuyo único delito, era pasear su vida por el aeropuerto.

Suena la máquina del café. Su estimulante sabor, calentará la boca de un ser humano, que también pasea su vida por un aeropuerto. Otros sueños, deambulan por las salas, en espera de avión, vuelo y abrazos.

Tranquilidad, despreocupación y normalidad sin locura explosiva.

Pagado el tributo de sangre, Occidente sigue en su sitio y la vida sigue.

Volverán a mezclarse las lágrimas y las sangres. Volverá el dolor y la sinrazón de la locura, pero nuestra civilización, seguirá siendo el espejo del mundo; el faro de la Humanidad y la bandera de la libertad.




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