jueves, 21 de abril de 2016

El sol de los lagartos

Santander centro. La fría brisa, me avisa que estoy en la primavera del norte de España.

Los profesionales en activo, pasean su corbata en el pescuezo camino del café o de una gestión de despacho. Los jubilosos jubilados, pasean su ropa de sport, tapando el cerebro con su gorra.

Se respira paz y orden; se disfruta a vida de una ciudad hermosa y familiar.

Los escaparates muestran los bikinis del próximo verano y siento un cierto escalofrío por fuera de temporada. Mientras, los dietistas, ponen a régimen las fatys, para que pierdan sus "miguelines" y puedan lucir pellejo en el mar.

Los afortunados, como yo, deambulamos por las aceras, en afanes de recados, preferiblemente, por la cara norte, es decir dando al calor del sur, "alagartados" y casi ronroneando de placer.

Los santanderinos, STVs o no, estamos orgullosos de nuestra ciudad y nos gusta que los foráneos, disfruten de ella y admiren su bahía, sus piedras, sus jardines y sus gentes.

Mención expresa, merecen los "foramontanos", los "indianos" y los "jándalos" descendientes de los "niñucos", que dormían a principios del XX, bajo los mostradores de bares y comercios de Cádiz y de Sevilla.

Todos ellos, tienen la consideración de ser de aquí, aunque no lo sean tanto. Pienso incluso, que yo mismo, he hecho el camino a la inversa, pues mientras los montañeses bajaban al sur en busca de un futuro, yo subía del sur al norte, en busca del mío.

Pero cuando llega el aluvión veraniego y los turistas nos llenan de color, nos asaltan las dudas del camino.

Los precios suben, los aparcamientos, las mesas de las terrazas, los pasos de cebra, los comercios y hasta las mismas playas, se sobrecargan y se nos hace la vida más cara y más incómoda.

No es que sea insolidario, soy español de origen y de corazón y entiendo que los turistas están también en su casa y que los empresarios, tienen que "hacer su agosto" durante dos meses de verano.

Ello no es óbice para que en momentos de agobio, no se me escape la expresión: "Estamos solos, chupando el frío y el agua del invierno y cuando llega el buen tiempo, vienen los turistas a robarnos el sol"

Quede claro, que deseo una buena temporada de verano para todos, pero sabiendo lo que se avecina, pasada las hogueras de San Juan, me reservo para disfrutar con regocijo, la primeras quincenas de junio y septiembre, donde paz, intimidad y sol, se alían con los santanderinos, para disfrutar los mejores días del año.

Y ello, disfrutando el sol de los lagartos, esta vez resguardados junto los muros que bordean nuestras maravillosas y afamada playas.

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