miércoles, 6 de abril de 2016

Santander

He vuelto de un largo viaje.. He retornado de un PVD, es decir, un país en vías de desarrollo. O lo que es lo mismo, un país que intenta alcanzar cotas razonables, de calidad de vida, seguridad ciudadana, asistencia sanitaria, orden, limpieza, cultura, seguridad alimentaria y en fin, de todos los parámetros que suele tener un PD (país desarrollado)

España, es un país desarrollado, a pesar de sus múltiples problemas, su paro, su corrupción y sus grandes defectos. Y Santander, una de las mejores ciudades de España, si valoramos, su nivel de vida, su asistencia sanitaria, su paz ciudadana, su universidad, su orden, su limpieza y su nivel cultural medio.

Y ello, sin contar su belleza, su familiaridad, su ambiente cosmopolita, sus paisajes y los pequeños rincones personales, que cada STV (santanderinos de toda la vida) y cada asimilado por décadas de residencia, tenemos en esta entrañable ciudad española.

No apreciamos el valor de las cosas, hasta que las perdemos, aunque sea momentáneamente. Eso ocurre con la salud.

Cuando un órgano "hace ruido" y nos damos cuenta que lo tenemos, es porque nos duele. Entonces, valoramos los tiempos de su silencio.

Lo mismo ocurre, cuando te alejas de la querencia de tu entorno ciudadano y de tu pequeña "torre de marfil", versus hogar.

Durante 6 semanas, he convivido con enormes riesgos de tráfico, con caos, inseguridad personal y muchas carencias propias de un PVD.

Mi experiencia en esos ambientes, me ayuda a superar esos inconvenientes y a sacar partido, del exotismo y la aventura.

Pero esta mañana, he paseado por Santander. Mi ciudad adoptiva, estaba espléndida: limpia, organizada, alegre, silenciosa, acogedora, con viandantes generalmente educados, respetuosos con las normas de convivencia, caras conocidas y aseadas, distinción personal de la mayoría de los paseantes..., todo un microclima de felicidad, edulcorado por un maravilloso día de soleada primavera.

Es preciso viajar.

                   Si una imagen vale más que mil palabras, un viaje, vale por varios libros.

Viajando, se aprende lo bueno que tenemos copiar y lo que debemos conservar o en un plano negativo, lo que debemos evitar.

Santander, estaba hoy maravillosa y me sentí afortunado por vivir en este pequeño oasis de felicidad  y bienestar.

Seguiré viajando con la curiosidad de conocer el mundo, pero siempre volveré a mi pequeño paraíso, pues, tengo grandes alas para volar, pero también, enormes raíces para volver.

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