miércoles, 27 de julio de 2016

Carta de amor 1. Neranda

Neranda, amor mío,

Cuando abras esta carta, ya no estaré en esta vida, ni podré disfrutar de tu amor.

Recuerdo cuando te conocí en a escuela de la aldea. Ambos recorríamos una larga distancia por intrincadas veredas para aprender a vivir.

Tus ojos de carbón, eran profundos y vivarachos y tu sonrisa era pura miel de las montañas sin nieve. Aquél día, decidí pasar toda mi vida contigo y para ti.

¿Te acuerdas? De niños, nos dedicábamos risas de dientes blancos. De jóvenes, nos faltaba el aire al mirarnos con promesa de dulzura

Aquél atardecer de otoño, tocamos el cielo cuando rozamos nuestros labios. Nuestros padres bendijeron nuestra boda y sellamos nuestra promesa para siempre.

La vida no fue fácil, como no lo era para nadie. De tu vientre salieron los hijos de nuestro amor, que cuidabas con dulzura, mientras yo iba al paisaje en busca de caza. Era un mundo agreste expuesto a la dureza del clima y a la incertidumbre del mañana, pero salimos adelante.

Nuestros hijos buscaron su horizonte y vimos más tarde los hijos de nuestros hijos. Lloramos la pérdida de nuestros padres y aún más la del hijo que nos robó la montaña, aquel blanco invierno de negra tristeza.

En los tiempos de frío, te miraba a los ojos junto a la hoguera de casa. Las llamas resaltaban las profundas arrugas de tu vida, pero yo te veía aún más hermosa, porque eran testimonio del trabajo, la dedicación y la entrega de tu amor.

No necesitábamos hablarnos; ya nos lo habíamos dicho todo. Nuestra mirada era un torrente de silenciosas palabras.

Sabías que estaba enfermo. Te sonreía, pero no podía engañarte, porque siempre leíste mis pensamientos. Ambos lloramos el destino, escondiéndonos las lágrimas.

Cuando el dolor atenazó mis entrañas y me fue imposible el disimulo, cogiste mi mano, mirándome fijamente como el primer día en la escuela.

Me estremecí al sentir el carbón de tus ojos, te abracé y lloramos juntos ante la certeza  de nuestro negro futuro.

Te escribo mi amor con letras de dolor y cada una de ellas, lleva el pulso de mi corazón. Las lágrimas caen sobre mis palabras y la tinta corre sobre el papel, pero leerás con nitidez las tiernas y borrosas letras de mi temblorosa mano.

Esta madrugada, saldré hacia la montaña de las nieves perpetuas y entregaré mi vida al frío, como hicieron nuestros padres y los padres de nuestros padres.

Llorarás en silencio al ver salir mi silueta. Que sean lágrimas de alegría y no de pena, pues nuestra vida ha sido fecunda, armoniosa y feliz.

Nunca he querido tanto como te he amado a ti. Marcho sereno hacia mi destino. Mi alma libre vivirá en tus sueños y me sonreirás cada noche, esperando tu destino.

Yo te esperaré para reír juntos por las verdes praderas de la eternidad.

Adiós mi amor. Siempre estaré a tu lado.
Juno









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