martes, 5 de julio de 2016

Ensueños de amor. 6 Pasión en la nieve


Kunuk (Guapo), un inuit del gran norte de Canadá, era hijo de Sialuk (Lluvia) y de Ituko, (Gran cazador).
Desde bien pequeño, había acompañado a su padre en la caza de caribúes, osos, focas y ballenas y estaba preparado para enfrentarse a la vida dura del Ártico.

Recorría con su padre el desierto de hielo en un qamutik,(trineo), hecho con madera, huesos de animales y barbas de ballena, tirado por perros. A veces, montaban en una canoa y cazaban narvales, pero esa era una difícil tarea al alcance de unos pocos.

Kunuk estaba enamorado de Naaja (Gaviota), desde que un día de verano, ella le dijo natuk (cariño) y él le dio un kunik (beso). Sólo pensaba en la caza y en casarse algún día con Naaja.

La mañana era aún más fría de lo normal. Se había levantado un gran anuri (viento) y la ventisca cegaba los ojos de Ituko y Kunuk. Intentaban cazar una foca sin percibirse de la presencia de un enorme nanut (oso polar)

Cuando oyeron al animal, era demasiado tarde. Estaba erguido y presto al ataque. Ituko sintió las garras del gran oso sin tiempo para coger su lanza. Kunuk asió la suya y se la clavó con toda su fuerza en el abdomen del animal, en sentido ascendente, para herirle en el corazón.

El nanut lanzó un gran rugido, se tambaleó y cayó para siempre. La roja sangre del animal, se mezcló con la de Ituko, que yacía inerme sobre el hielo.

Kunuk puso el cadáver de su padre sobre el trineo, después, cortó la cabeza del oso y le arrancó su piel, jaleó los perros y emprendió el regreso hacia su iglú.

Sialuk estaba haciendo esculturas con huesos de foca, cuando oyó los gritos de su hijo. Un escalofrío de pavor recorrió su pequeño cuerpo. Sus lágrimas se congelaban mientras abrazaba el cadáver de su marido, pero no abandonó la entereza y el conformismo del pueblo inuit.

Su padre, Nanuk, había muerto por el ataque de otro oso y sabía que en la dura vida del Ártico, era el sino de muchos de los inuits que cazaban para su pueblo en Nuvalut ( Nuestra tierra, o patria inuit)

Kunuk asumió entonces la responsabilidad de hombre de familia. A sus 22 años, debía cuidar de su madre y de su hermana Naasoq (Flor), pero quería casarse y tener esposa e hijos.

Cuando se enteraron de la muerte de Ituko, Naaja y sus padres, visitaron a Kunuk y su familia. Ésta le consoló como pudo y acarició su cara en señal de amor y él, le correspondió con una efusiva demostración de amor.


Kunuk ofreció a los padres de Naaja la cabeza y la piel del oso que había matado y les dijo que había demostrado su valor de cazador y quería casarse con su hija. 

Los padres asintieron y Naaja quedó bajo la protección de Kunuk, que prometió cuidarla y amarla, mientras ella prometió darle hijos para acompañarle en la caza.


Aquella noche, Naaja se desprendió de las pieles de su ropaje, se acostó sobre una gran piel de oso y se tapó con una manta hecha con pieles de foca. 

Hacía frío, pero su mente y su cuerpo, sentían la fiebre del amor. Kunuk, se deslizó entre las pieles y sintió la desnudez de su joven esposa. Acarició sus hombros, mientras la apretaba contra sí y le daba un ardiente beso. 

Sus caderas se movían al unísono. Su danza amorosa, era el inicio de una saga de cazadores inuits. Naaja y Kunuk, disfrutaron del placer de los sentidos largamente soñados y ansiados. 

Fuera del iglú, arreciaba la ventisca, pero los jóvenes amantes eran ajenos a la adversa climatología que les amenazaba. Eran inuits, es decir, personas, hijos de muchas generaciones que habían vivido en los inhóspitos paisajes, que sólo los de su raza eran capaces de dominar.

Naana y Kunuk, vivirían como sus antepasados, sintiéndose libres en un medio hostil, alternando la caza, la pesca y la artesanía, con las tórridas noches de amor bajo las tempestades de frío, viento y nieve

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