miércoles, 1 de noviembre de 2017

Indonesia. Capítulo 6. Borneo: Orangutanes

Tras la sesión de "Piedras" en Java, tomamos el avión hacia  Pangkalan Bun, el aeropuerto de Borneo. Desde allí nos dirigimos al puerto de Kumai, para embarcar en un Klotok, tradicional embarcación fluvial de madera.

Empezaba aquí el espectáculo de la selva. Navegaríamos durante tres días y dos noches por un río llamado Sekonyer.

Nuestro objetivo era visitar las tres reservas de orangutanes y verlos evolucionar libres y maravillosos en las altas copas de los árboles de la cerrada selva de Borneo.

Un cartel con un orangután, marcaba el inicio de aquella aventura.
La desembocadura del río era ancha y de agua salobre, dominada por un manglar con tupidas palmeras.

En este tramo, podríamos ver, pero no fue el caso, cocodrilos marinos, cuyo hábitat se extiende desde aquí hasta las costas australianas.

Pudimos ver numerosas y frágiles embarcaciones que pescaban crustáceos en sus orillas. 

Me llamó la atención que un río de selva en pleno parque natural, bajase tan turbio. Tenía que encontrar la causa.

Mientras ascendíamos el río, oíamos los sonidos emitidos por los gibones, los monos narigudos y los langures. Sin embargo se veían escasas aves y no conseguimos ver cocodrilos.

Sabíamos que existían, pues hace un par de años, un incauto turista alemán, hizo caso omiso de su guía y se bañó en el río. Un cocodrilo acabó con su vida.

A medida que remontábamos el río, su cauce se estrechaba, las palmeras se hacían más escasas y la vegetación se hacía más arbórea. 

En este hábitat, ya de agua dulce, predominaba el cocodrilo siamés, de no más de tres metros. Tampoco conseguimos verlos

Vimos una amplia colonia de nasicos o monos narigudos, con una nariz enorme y un abultado abdomen. Están considerados como unos de los animales más feos del mundo, pero son simpáticos e inspiran ternura.

Llegamos a Tanjung Harapan, la primera reserva de orangutanes. Era tarde, la luz se retiraba, los árboles la tamizaban y la humedad era casi del 100%. 

Los orangutanes bajaron a comer las bananos que les habían dejado en una plataforma. Los vimos muy lejos, con poca luz y con muy pocas posibilidades de hacer fotos de calidad, pues además, no paraban de moverse.

A la emoción del amante de los animales, le siguió la decepción de mi alma de fotógrafo. El trabajo fue decepcionante.

De vuelta al barco, navegamos remontando el río. El sonido de la selva era atronador, sobrecogedor y emocionante.

Atracamos en un lugar tranquilo, fijando la embarcación a la vegetación de la orilla. Pensé en la posibilidad de que alguna  alimaña pudiera subir a bordo durante la noche y sentí cierta inquietud.

Nos dimos abundante repelente de mosquitos y cenamos a la luz de las velas bajo las estrellas. Fue una velada magnífica, intimista y mágica.

Dormimos en colchones sobre la cubierta del barco, protegidos por mosquiteras. Remetí concienzudamente la tela de la mosquitera bajo la colchoneta, pues necesitaba sentirme a salvo de cualquier reptil.

No saldría de la cama bajo ningún concepto; ni siquiera para ir al baño, pues en el barco había un hueco por el que era muy fácil caerse al agua y no estaba dispuesto a ser comida de cocodrilos.

Las emociones y el cansancio acumulados, vencieron mis párpados y me entregué a un dulce sueño.

Despertamos con los primeros rayos de luz. Desayunamos con el amanecer y salimos temprano hacia Pondok Tanggui, para asistir al segundo comedero de frutas de los orangutanes.

Empezaba la temporada de lluvias y pronto habría suficiente comida en la selva para los orangutanes. En ese momento, sería más difícil atraerles hasta su lugar de observación.

Recorrimos otra vez un largo sendero por la selva. Llovía nuevamente y temía dificultades para realizar mi reportaje fotográfico.

Cuando llueve, los orangutanes se refugian bajo grandes hojas de la selva y les da pereza moverse. 

Un experto imitó reiteradamente la llamada de los orangutanes, pero éstos no acudían.

El guía nos hizo deambular con él para enseñarnos plantas e insectos del lugar. Vimos hormigas enormes, mariposas, orugas y plantas carnívoras de gran belleza.

Cesó la lluvia, pero las gotas de agua aún caían entre las hojas. Una hembra descendió lentamente de un gran árbol con su cría en el costado.

Poco a poco, fue bajando el resto del grupo; todas hembras con sus crías u orangutanes inmaduros. Ni rastro del macho alfa. 

Disparé mi cámara repetidamente, captando emocionado y nervioso, algunas escenas entrañables de estos espléndidos primates.

Eran remisos de bajar a tierra, por miedo a sus predadores. Cogían los bananos y subían de nuevo a las copas de los árboles, perdiéndose entre la niebla y las ramas.

Abandonamos el lugar y volvimos a navegar hacia el área de Camp Leaky. Realizamos nuevamente una travesía a pie por la selva.

También aquí tardaron en aparecer. Tras casi una hora de espera, casi daba por perdido el encuentro.

Súbitamente, una enorme hembra, anduvo en tierra, erguida a dos patas, con una cría en brazos. Estaba a mi espalda, a unos 10 metros. La vi pasar junto a mi, a menos de un metro de distancia y el corazón me dió un vuelco.

Mi primer impulso fue alargar mi mano con la palma hacia arriba, buscando inconscientemente su contacto, pero no cometí tamaña torpeza.

Quise congelar ese momento con mi cámara, pero ya estaba a unos 5 metros. Iba a comer los bananos depositados en la plataforma.

Usé mi cámara con dispares resultados. La movilidad de estos primates no permitía enfocarles fácilmente.

Pude sin embargo "cazar" algunas fotos interesantes. Tenso, sudoroso y mojado de nuevo por la lluvia, sentí la necesidad de relajarme.

Algo parecido le ocurría al resto de compañeros. El guía nos había hecho algunos sombreros vegetales para resguardarnos de la lluvia y posamos con ellos entre risas y gotas de agua.

Emprendimos el camino hacia el klotok para navegar río abajo, hacia la desembocadura.

No fue fácil. El río se había estrechado mucho y varias islas flotantes de vegetación, habían taponado la salida. El capitán ordenó descender del barco a un marinero, para que atara la isla al klotok y cambiarla de lugar. El agua le llegaba a la cintura el riesgo era importante. 

Afortunadamente, ejercitó hábilmente su maniobra y no aparecieron los cocodrilos.cosa.

Al atardecer, los monos nasicos se agrupaban en bandadas sobre los árboles. Solo podía fotografiar sus siluetas, pues la escasa luz, el movimiento del barco y de los propios monos, no permitían otra cosa.

Percibía sin embargo sus largas narices, especialmente en los adultos, sus abultados vientres y sus largas colas colgando.

Navegamos largamente, incluso en la penumbra. Durante el trayecto, una miriada de luciérnagas iluminaba la noche desde las palmeras.

Parecían fundirse con el cielo estrellado en una especia de Vía láctea fluvial.

Fue un espectáculo único, que desató la pasión de María Ángeles, quien nos hizo vibrar con su entusiasmo.

La cena fue nuevamente mágica. Apagamos las velas, remetí otra vez la tela mosquitera bajo el colchón y cerré los ojos. Una sonrisa congeló mi cara hasta el amanecer.

Había tenido tres encuentros con orangutanes, caminado por la selva, visto plantas carnívoras y medicinales, divisado varias clases de primates, dormido noches mágicas, visto luciérnagas y compartido vivencias y amistad con mis compañeros de aventura.

Además, había descubierto el origen de la turbiedad del río. En la unión de dos ramales, unas aguas eran turbias y otras, negras, transparentes y ácidas por el humus de la selva.

La turbiedad provenía de la actividad clandestina de buscadores de oro en plena reserva de orangutanes. Una vez más, el hombre destruyendo su propio hábitat.

   Río Sekonyer
   Estuario del río Sekonyer
    Cocodrilo marino. Su hábitat se extiende desde Indonesia a Australia
    Este cartel anunciaba el inicio de la reserva natural de orangutanes
    
     Pescador artesanal de gambas en la desembocadura
    Primeros monos nasicos avistados en la travesía
                             A los jóvenes nasicos aún no les ha crecido totalmente la nariz

                            Primera comida en el barco
El río se estrechaba cada vez más y la vegetación se hacía más densa
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Pudimos ver el distinto color de las aguas en la unión de dos afluentes del río Sekonyer. Al fondo, agua ácida, negra y transparente típica de muchos ríos de selva. En primer término, agua turbia conta
minada por la actividad clandestina de búsqueda de oro
Islote vegetal desprendido obstruyendo la navegación en la parte estrecha del río. Observar que está
atado a la orilla 

Cocodrilo siamés
                                                        

                                                             TANJUNG HARAPAN 

                            Primer contacto con los orangutanes 

    Macho dominante del grupo









    Una hembra con su cría









    Secuencia de una sangría indeseada









                         


                            Anochecer en la selva

    Camas con mosquiteras en la cubierta del barco


                                                              PONDOK TANGGUI

    Mientras bajaban a comer los orangutanes, nos enseñaron plantas de la selva

    Plantas carnívoras



    Álvaro dando de comer a las plantas carnívoras





    Poniendo la comida a los orangutanes



    Mis compañeros expectantes
    Una hembra con su bebé



















 

    Hembra con su cría. Apareció a nuestra espalda, a unos 10 m y pasó por delante de nosotros a              menos de 1 metro. Era enorme, decidida, imponente, fascinante











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    Comparten con nosotros el 97% de nuestro código genético. Comparación de nuestros cráneos


   Emprendimos el viaje de vuelta y volvimos a ver numerosos monos narigudos








































































































































































































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