sábado, 4 de julio de 2015

Bosnia. 2ª parte. El vuelo de la mosca

Hacia calor. Las moscas volaban para abanicarse y David las mataba al acecho. Un hábil golpe de matamoscas y un posterior giro de muñeca, eran suficientes para poner sus cadáveres en suerte de gourmet perruna.

David manejaba hábilmente el matamoscas. Tras el certero golpe, daba otro de muñeca y ponía los cadáveres a hocico perruno.

El viejo perro reumático se relamia opíparamente, gracias a la adolescente eficacia del matador. Diríase que con el Olvega Style  de tan lejanos y gratos recuerdos.

Fui espabilado de mi somnolencia digestiva, para presenciar una peculiar actividad.  Los cerditos de esta ONG de los animales, pasarían su verano en el bosque y serían mantenidos en el lugar, hasta las primeras nieves.

Su excursión empezaba con un previo lavado con shampoo, un enjuagado y un baño en una solución insecticida para prevenir ectoparasitos.

Obtuve simpáticas fotos de todo el proceso e incluso, me brinde a participar en semejante peluquería.

Incluyo las fotos en el blog, a riesgo de que a alguno de mis conocidos,  les de un pasmo y un vayapordios de risa al verme en el trance. Son cosas de helpers, a las que uno se expone, cuando quiere vivir más allá del horizonte doméstico, de sofá y gilitelevision.

Agarrabamos los lechones por las patas, los metíamos en un contenedor con shampoo, los frotábamos a cepillo valiente y seguíamos el proceso descrito con cada uno de la veintena de afortunados.

Alguno se irritaba, tal vez porque les quitábamos su olor a guarro y lo tomaban por una pérdida de identidad o por el pavor a lo desconocido.  Entonces, la gran rubia les cantaba y les acariciaba hasta calmarlos. La propia cerda madre, quedaba tranquila, cuando miraba sus marranos niños.

Ya limpios, los pasábamos a un remolque para su traslado. El bosque estaba muy cerca. Tenía varios recintos vallados,  con comederos y bebederos.  Esta vez, agarrarles por las patas era más limpio, pero sus veinte quilillos pateando, nos tensionaban el momento,

Ya emboscados, disfrutaban como guarros comiendo hojas de arbustos, entregados a su placer de hocear la tierra, bañarse en el riachuelo y gozar en semilibertad. Diríase, que se encontraban en un campamento de verano, lejos de la protección materna, tal como ocurre con algunos sobrinos en plan humano.

Sólo queda en las cochiqueras, una guarra con sus guarrillos. Ella, de capa negra y largas cerdas, tiene y atención al dato, ojos azul oscuros. Sin embargo, los lechones tenían rayones, por lo que bien pudiera haberse guarreado impudicamente, con algún apuesto jabalí, auténtico galán de los bosques.

Regresamos a casa, cuando el sol viajo más al oeste. Estábamos cansados y guarrillos por impregnacion. La columna de ducha, con multichorros, fue tan milagrosa como placentera, recuperando así el estatus de gordilineo, pero aseado.

Era "tiempo mosquito". Las vampiresas hembras del bosque, venían a vernos para su festín.  Era irresistible para ellas. El menú era de gourmet internacional. Sangre bosniaca, francesa, norteamericana, española, holandesa e irlandesa, juntas en un menú de degustación, era una ocasión irrepetible.

Varias ronchas más tarde, David y yo, nos fuimos a nuestra cabaña de madera. Horas más tarde, algunos de los aficionados a los naipes y los licores,  llegaron algo perjudicados. Supongo, que algunas de las mosquitas, no encontraron el camino de vuelta, por beber sangre con licor como le pasa a veces a nuestros jóvenes "en calimocho".

Continuara.






























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