jueves, 23 de julio de 2015

Sala de pócimas

Durante los últimos años de mi vida profesional, fui Jefe de Servicio de Seguridad Alimentaria en mi región.

Había vuelto "a mi casa profesional", tras otras experiencias laborales.

El trabajo y el ambiente, habían cambiado mucho. La entrada de España en la Unión Europea había implicado numerosos cambios.

Dirigir un amplio y variopinto equipo de colaboradores un tanto peculiar, me puso difícil las cosas.

Escogí mi equipo cercano de trabajo y salvo alguna excepción, éste respondió con eficacia y lealtad.

Llamó la atención, la formación de un círculo exclusivamente femenino, por lo que me auguraron numerosos problemas, cuando las hormonas, prepararan la tormenta perfecta.

Sin embargo, no fue así. Mis compañeras, demostraron una gran profesionalidad y capacidad de trabajo.

La nota discordante, fue el persistente enfrentamiento entre dos compañeras.

Aprendí entonces, que cuando dos mujeres se juran rivalidad eterna, es realmente, hasta que la muerte las separe.

El amplio equipo periférico, que cubría todo el territorio, era una amalgama de personajes de características tan diversas, como de especial comportamiento.

Eran una radiografía  de la sociedad de procedencia. No fue fácil, pero supe navegar el barco con aquella tripulación.

En el puente de mando, tenía cuatro colaboradoras, que se distinguían por su lealtad institucional, su nivel intelectual y su gran capacidad de trabajo.

Las denominaba mis ¨Ángeles de la guarda". Me sentía muy cercano a ellas y eran el auténtico corazón del Servicio. 

Algunos inspectores las miraban con los ojos de la envidia y el rencor.

Dos de ellas, estaban en un despacho al que acudía todos los días, para debatir las decisiones a tomar y organizar las tareas del Servicio.

La maledicencia bautizó aquél despacho, con ánimus injuriandi, como la "Sala de pócimas".

Ya jubilado y con la perspectiva del tiempo y de la verdad, me siento orgulloso y agradecido por aquel equipo cercano, con el que pude mejorar la seguridad alimentaria de la región, mi objetivo fundamental.

Mis queridas y admiradas brujillas, siguieron después mi trabajo con buena estrella personal y éxito profesional.

Estas líneas, están dedicadas a todas las colaboradoras, que me arroparon, apoyaron y me ofrecieron su amistad.

Hago especial mención, a quien empezó conmigo de becaria, hace ya 19 años y ahora inicia una nueva etapa profesional, como Directora General.

Si mi trayectoria profesional, tuvo más claros que oscuros y mi autoestima es alta por ello, siento una especial alegría por el destino de mis colaboradoras.

Disfruto con ellas sus triunfos, como también sufro las penas de sus reveses. 

Durante mi vida laboral, no supe diferenciar el compañerismo de la amistad, pero nunca quise corregir ese fallo, pues quería seguir los dictados de mis sentimientos. 

Sufrí por ello importantes decepciones, pero también grandes alegrías. No podía ser de otra forma.

Siempre dije, que:

"Llevaría a la gente en mi corazón, para que ellos me llevaran también a mí".
Así ha sido en numerosos casos y me siento enormemente feliz por ello.

Me queda la autoestima y vivir la alegría de mis colaboradoras y amigas. 

Nota del autor: la envidia envenena más que una pócima








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