sábado, 18 de julio de 2015

¡Y a mí qué!

Los seres humanos, tenemos tendencia a dispersar nuestras ideas, nuestros valores y nuestros objetivos trascendentales.

El exceso de información en un mundo frenético, la manipulación de las masas, los intereses de las grandes corporaciones, la publicidad masiva, la falta de criterio de una gran parte de la población, la superficialidad de muchas de nuestras actuaciones y la ausencia de un verdadero plan de vida, son causas importantes de nuestras distracciones de lo fundamental, en nuestro afán de ser y vivir.

Un ejemplo típico, es el mundo del deporte. ¡Quién no ha desatado sus pasiones, en un partido de fútbol o de baloncesto, en una carrera de motos o de Fórmula 1, empujado a su corredor favorito, en una vuelta ciclista y  en tantas competiciones más! Es lógico que los seres humanos, participemos de emociones en un grupo, con el que nos sintamos identificado. Es normal que se desarrolle nuestro espíritu gregario, el que nos da seguridad y bienestar.

En parte, todo depende de la dosis de adrenalina segregada y del grado de inmersión en una pasión  o afición. Pero no es bueno encaramarse excesivamente en el árbol de lo inútil y lo superfluo. Por ejemplo, que palpitemos en un partido y gritemos, abracemos, saltemos, lloremos o "flotemos" de emoción, es lógico, deseable y divertido.

Sin embargo, perder el tiempo en saber cómo se llama la prima de la novia del representante de un deportista, por ejemplo, es pasar la línea de lo razonable, para caer en la estupidez colectiva.

Ni qué decir, de los programas basura de los medios de difusión, entrometiéndose en vidas ajenas, la mayoría de los casos, de gente que no suponen un ejemplo para la sociedad y que transmiten dudosos valores humanos.

Tal parece, que hay una confabulación de mezquinos intereses, que intentar llenar las horas y justificar los sueldos de quienes nos echan la basura informativa, con temas accesorios, que nos los presentan como fundamentales.

Deberíamos plantearnos qué queremos ser en la vida, dónde pretendemos llegar, cómo podemos ser útiles a los demás, cómo podemos tener una alta autoestima y por lo tanto, ser más felices.

Vivimos en un mundo en el que prima la transgresión del 6º Mandamiento, la avaricia, el dinero fácil, las perversiones humanas y los placeres, ajenos a la capacidad de sufrimiento, a la cultura del esfuerzo, a la madurez y la responsabilidad. Y vaya por delante, que como persona, he caído en los mismos errores que muchos otros seres humanos, aunque eso sí, con capacidad de autocrítica personal, de enmienda y reencuentro con los valores humanos.

Por eso, cuando veo las princesas del pueblo, los Mamertos de turno, los chorimanes de ocasión y tanta fauna parásita, deformante y penosa, o simplemente, cuando oigo que un famoso futbolista se ha divorciado de su mujer o ha cambiado de pareja, me sale del alma ¡Y a mí, qué!























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