sábado, 23 de mayo de 2015

Encarcelado

Estoy en la cárcel. El juez de la vida, me ha metido en prisión.

La verdad es que me lo merezco. A veces, me arrepiento de mis numerosas culpas, pero ya no tiene remedio.

Todo empezó el 22 de agosto de 1947, cuando vine al mundo a las 12 de la noche, entre dos signos del zodiaco.

No creo en los horóscopos, aunque bien pudiera explicar mi hora de nacimiento, la "dubitación" de mi vida. Pero sí creo en el destino.

Pienso que el destino, es lo que uno se labra con sus aptitudes, sus actitudes y sus opciones en cada encrucijada de la vida.

Pero hay sinos, que parecen estar escritos y son inevitables.

Cuando pienso algunos de los hechos determinantes, que han ocurrido en mi vida, me reafirmo más en mi convicción, de que hay quien decide tu vida por tí.

Lo cierto, es que con más historia a mi espalda que vida ante mis ojos, me siento prisionero.

Estoy preso de mi historia, que ha determinado mi grado de felicidad y autoestima.

Soy un recluso de mi cuerpo, que se niega a devolverme la perdida libertad de mi juventud.

Los sentimientos bullen en un corazón cansado, que intenta latir al rítmico tic tac, de mi viejo reloj de péndulo.

Mis ideas fluyen con rapidez en mi mente, que a pesar de la inexorable pérdida de frescura intelectual y de memoria cercana, lucha por gobernar un cuerpo desobediente.

Porque mi cuerpo hace aguas. Desde hace décadas, pierde fuerzas, gana peso, pierde agilidad, elasticidad y firmeza.

Corazón cansado, cuerpo casi derrotado,.... pero aún hay dentro de mí, un niño con ganas de vida, aventuras y amor.

Mis ganas de vivir, están encerradas en la cárcel de mi cuerpo.

Aquí no hay indulto, ni disminución de la pena carcelaria.

La condena es real, inapelable y de por vida, hasta que la muerte libere mi alma del cuerpo fallido.

Pero mientras eso no ocurra, seguiré caminando por los senderos de la vida, viendo las flores y los frutos del silvestre camino. 

Seguiré cometiendo mis pecadillos veniales y continuaré admirando la belleza, en cualquiera de sus manifestaciones.

Perseveraré en la búsqueda y mantenimiento de la felicidad y me aferraré a la solidaridad, de mis otros compañeros de vida, fundamentalmente, familiares y amigos.

Y mientras inevitablemente, me acerco al mármol final, procuro beber las últimas alegrías de la vida, libar los néctares de mi camino y sentir la piel y los latidos de mis seres queridos.

Estoy encarcelado, pero mis sueños y mis amores, me hacen sentir en libertad




















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