viernes, 1 de mayo de 2015

La igualdad no es posible

Este blog no es esencialmente político. 

Me esfuerzo por ser un notario de las cosas de la vida, inyectar alegría en vena, emocionar al lector o incitar su curiosidad.

Es cierto, a veces, mi ejercicio literario, es una simple diversión creativa o una evasión del mundo real, para abrazar el de los sueños y la utopía. 

Procuro escribir para todos, sumando lectores, de cualquier ideología, sexo, profesión o vocación.

No pretendo, crear polémicas que dividan, enfrenten o disgusten a mis lectores.

Pero soy un ser humano, que tiene emociones, preocupaciones y pasiones.

No es siempre fácil abstraerse de la leche mamada, de la "vida vivida" y de los sentimientos.

Hoy debo afirmar, que la igualdad entre los seres humanos, es imposible, aunque comprenda y respete a quienes luchan por la plena igualdad.

Física y mentalmente, todos somos muy diferentes. No es necesario citar las alturas, constituciones, colores de ojos, pelo y piel, coeficiente intelectual, carácter, etc.

Es cierto que debemos ser iguales respecto a la igualdad de oportunidades, el derecho a la educación, a la salud o ante la justicia, por poner un ejemplo. ¡Faltaba más!

Pero las diferencias físicas, psíquicas, de actitud de cada uno y también el factor suerte, son factores determinantes. 

Relato un hecho que viví en mi adolescencia y que me mostró que la desigualdad, es un hecho incontestable en la vida.

Mi padre trabajó en el Instituto Nacional de Colonización (INC), posteriormente llamado Instituto para la Reforma y Dsarrollo Agrario (IRYDA) y más tarde, con el advenimiento de las CCAA, ni se sabe.

El INC, expropiaba tierras mal explotadas o recuperaba tierras de marismas y las hacía cultivables.

Posteriormente, las parcelaba, construía un pueblo y sorteaba las parcelas y las casas entre jornaleros que vivían en la miseria.

También les entregaba una vaca a cada uno.

Recuerdo muchos de aquellos pueblos, a los que se les daba nombre terminados en "del Caudillo". 

El INC, apoyaba técnicamente a los parcelistas, con sus ingenieros y veterinarios.

Los parcelistas, debían abonar al Estado, el valor de lo recibido, a lo largo de 30 años. La vaca tenía que compensarse, con la primera ternera que naciera.

Todos tenían las mismas oportunidades, los mismos medios y las mismas posibilidades.

Pero la condición humana, marcó la diferencia.

Con la primera cosecha, hubo quien se compró un tractor, para seguir prosperando y quienes se compraron un coche, una televisión y se permitieron toda clase de caprichos, a veces, de gran lujo.

En la segunda cosecha, Ejea, como así se llamaba quien compró el tractor, aró su tierra y posteriormente, aró la tierra de los demás parcelistas, cobrándole por ello una compensación económica.

El resultado final, fue que Ejea, que inicialmente había pasado hambre, tuvo tractor, hizo dinero, adelantó los pagos debidos al INC y amasó una buena fortuna, mientras otros se arruinaron por su mal enfoque o su pereza personal.

Partiendo de la igualdad, llegaron a la desigualdad. Teníamos nuevamente, hablando en arcáica jerga política, un cerdo capitalista y unos pobres desheredados del mundo.

Por mi formación biológica, soy plenamente consciente de que el mundo evoluciona en constante competencia.

Ésta empieza en la lucha por la selección de la pareja, sigue por la selección del espermatozoide  que llega al óvulo, la supervivencia del más fuerte y del más sano, del que mejor se adapta al medio, incluidos los sistemas de defensa contra los predadores naturales, etc.

En los seres humanos, es parecido, pero llevado a un mundo racional, lo que incluye, la selección de unas oposiciones, por ejemplo.

Es cierto, que como seres inteligentes, debemos ser solidarios, tener justicia social, etc., pero si nos olvidamos que el mundo, tanto en el Reino vegetal como animal, es absolutamente competitivo, iremos contra natura.

Se pueden sacar conclusiones socio políticas de esta historia. 

Un defensor del capitalismo a ultranza, tendría su coartada perfecta y un defensor de la igualdad en su grado heroico, diría que como seres inteligentes, hemos de corregir esta injusticia irracional.

Pienso, que debemos fomentar la igualdad de oportunidades y dar curso a la libre competencia, verdadero motor que mueve el mundo. Pero también es necesario poner límites a una competencia sin corazón, entre presa y predador.

Para ello, están las becas de estudio, la sanidad pública, una justicia real y una fiscalidad distributiva.

Lo peor, es cuando los lobbys empresariales o sindicales; los políticos de uno u otro signo y los poderes de la sombra, prostituyen el sistema erigiéndose en un fin en sí mismos, nos mienten con sus sofismas o simplemente, van más allá de los límites de la prudencia.

Reconozco que no es fácil encontrar el equilibrio entre igualdad y competencia; naturaleza y racionalidad, por ejemplo.

Los blancos, los negros, las gamas de grises; las luces y las sombras; las líneas de trazos gruesos y finos, son opciones y límites que no todos valoramos de igual modo.
  







 

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