sábado, 7 de noviembre de 2015

Australia. Capítulo 18. Un día hermoso

Hoy sábado, me levanté muy temprano, pues tocaba paseo de playa y café de mujeres.

Previamente, me había sentado en "mi rincón de la verdad" australiano, con una extraordinaria vista panorámica, de verde césped y azul jacaranda, montaña enfrente y vida por doquier.

Una especie de urraca y su cría, campaban como córvido por su casa. La cría, de tamaño adulto, se acercó varias veces a verme, a menos de un metro, impidiéndome la escritura vespertina.

Eran las 7 cuando Kate y yo, salimos hacia la playa de los perros, porque es donde permiten que se les lleve a pasear.

La playa era un hervidero de alegría, cada cual con su mascota. Los australianos aman sus perros y les encanta madrugar, estar en contacto con la naturaleza y hacer deporte. 

Recorrimos una preciosa playa, a paso ligero y numerosas paradas de fotos inevitables. 
Cuando llegamos a destino, dos australianas nos esperaban en la terraza de una cafetería.

Tras media hora de animada conversación, nos fuimos por un sendero de madera, sinuoso, largo y hermoso. 

Recorrimos un camino sobre manglares. Era marea baja y los pequeños cangrejos, se metían en sus agujero a nuestro paso, Un ibis huyó también ante nuestra presencia y llegamos al coche.

Ya en casa, terminé el parterre en el que tanto esfuerzo e ilusión había puesto.
Con la autoestima crecida por el resultado, disfruté de unas hermosas chuletas de cordero.

Katy, la hija mayor de Wilson y Kate, llegó con su marido y su hija. Era preciosa, pelirroja vikinga, dulce, simpática y cariñosa. Me recordó los tiempos de mi hijo acá y me propuso hacer un nuevo paseo por la región.

Fue emocionante. No solo hablé a velocidad de crucero en francés con su marido, sino que vi un precioso parque natural, al borde de acantilados, en playa de surferos.

Sendas placas en el sendero, recordaba dos vidas arrancadas en el mar; una de ellas, de un surfero atacado por un tiburón.

Unas aletas dorsales, emergieron en la superficie del mar.

 Una importante manada de canguros, me permitió hacer muchas fotos. No sin prevención, pues un potente macho alfa, vigilaba desafiante mis movimientos.

Terminada la sesión fotográfica, recogí arena de playa para la colección.

Ya de vuelta, me hice una foto ante la "Big Banana", en compañía de Katy, como 20 años atrás, se la había hecho con mi hijo.

Una espléndida jornada; un día hermoso, un salmón de Tasmania, música renacentista y una sonrisa feliz
.
No puedo pedir más. Tal vez, sería pecado
















































































                                                            ¿Agujeros de cangrejos?


                                     A veces, los canguros se bañan en esta playa






                                                            El macho alfa













                                       

                                             
                                                           En casa de mamá

















                                           Mi rincón de la verdad en Coffs Harbour

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