viernes, 20 de noviembre de 2015

Australia. Capítulo 28. Una casa con encanto

Jan, una de las tres "Chicas de oro", que se reúne en el "Café de las mujeres", nos invitó a Kate y a mí a visitar su casa.

Inicialmente, pretendíamos coger alguna idea para el jardín que estamos acondicionando.

El jardín me entusiasmó, no tanto por su grandiosidad, sino por su  planteamiento técnico, su  belleza, equilibrio y variedad. Tenía además, las dimensiones adecuadas para su disfrute, sin una sobrecarga de mantenimiento.

Habia otro jardín más pequeño, que se me antojó de estilo japonés, con sus marchas de piedra, sus cantos rodados, sus cactaceas y sus flores.

Disfrute viendo las variedades de plantas e identificando muchas de ellas. En este cálido lugar, tenía en dos sombríos rincones, sendas hortensias. Dos magnolias y un olivo, contribuían a la belleza del conjunto, que tenía sus kentiax y árboles desconocidos para mí, con hojas de color y  flores rosas muy peculiares.

Si la cara es el espejo del alma, la casa no le va a la zaga.

La casa era tan hermosa como el jardín.

Era la historia de un sueño roto. Jan, felizmente casada, había diseñado y construido su  casa, para disfrutar con su marido la jubilación.

Un año después de construirla, su marido murió y con él las ilusiones de la última etapa de vida.

Jan, la decoró y creó un remanso de paz, equilibrio y felicidad, aunque en "single".

Predomina el blanco y el ocre, el minimalismo, la suavidad y la "felicidad posible"

La Jan del café de las mujeres, era equilibrada, pausada, pulcra y distinguida. 

Su casa, era el fiel reflejo de su personalidad.

Un toque oriental, suaves formas, tonos suaves y difuminados, orden y exotismo. Una casa perfecta para una mujer con encanto.

Kate me preguntó por el precio que yo estimaba por esa casa.

Mi respuesta fue clara. Aquí hay dos tasaciones: la del cemento, cuyo valor desconozco en estas latitudes y la de la belleza, el karma y la felicidad, que no tienen precio.

Un rincón de paz y sosiego en una Australia dulce y hermosa.

Una isla de armonía dentro de un país armónico en un mundo convulso, loco, fanástico y egoísta, que trae dolor en París y fealdad y violencia por doquier.

Jan y su casa, constituyen un conjunto armónico de belleza, paz, equilibrio con la felicidad posible, con un viejo gato, como único testigo de este paraíso en soledad.

Po un rato, fui inesperado beneficiario de este paraíso privado y senti un gran bienestar.

































Kate






 Jan, con su gato en su paraiso








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