sábado, 7 de noviembre de 2015

Australia. Capítulo 19. Bajo la lluvia.

Duerme Europa, pero hace 5 horas que vivo el domingo.

Estoy sentado en el rincón de la verdad, frente a un paisaje lluvioso, que suena en el tejado, como un murmullo de sosiego. Se oyen las lágrimas del cielo, mientras se van por los cristales.

En un protegido rincón, una "mosquita del país", me mira a través de los cristales, como un zagal mira el escaparate de una confitería.

No le tengo simpatía, pues algunas ronchas recientes, me recuerdan las penosas donaciones de sangre hechas a mosquitas en La Reunión, Senegal, Sao Tomé, Bosnia, Michigan..., que tantas desazones me produjeron.

Hoy, mi "problema es que no tengo problemas".

Acostumbrado a los percances del camino, parece que si no tengo alguna contrariedad que resolver, no estoy vivo.

Siento una gran paz interior, en el bienestar del hogar tras los cristales. El lluvioso y feraz paisaje, me inunda de color, belleza y melancolía.

El teclado, estimula mi sensibilidad creativa, mientras repaso el amanecer.

Nos adentramos en el Jetty, un camino hacia el mar, un antiguo muelle vertical a las aguas del océano, que dio lugar a este paradisíaco lugar.   

Frases en cerámica, recuerdan la historia de este lugar.

Antiguos pilotes de madera ya renovados, han sido nuevamente clavados en tierra. Previamente, han sido reconvertidos por un artista local.

Su recio tacto, curtido por los tiempos pasados, dibujan el paisaje con tallas de aves, homenaje a los árboles cortados, representaciones de la fauna de la tierra y cuantas alegorías haya querido plasmar el alma de su autor.

El Capitán Cook, avistó estas tierras que luego fueron incorporadas al Imperio Británico.

Un marino holandés, llamado Coffs, construyó un embarcadero, para sacar de aquí, muchos troncos de árboles, para que ya en el Reino Unido, se utilizaran como mástiles de los barcos veleros.

El "puerto" que fundara Coffs, daría nombre al asentamiento humano: Coffs Harbour.

El antiguo Jetty, fue acortado, y restaurado, como símbolo de nacimiento de la ciudad y como lugar de esparcimiento de sus habitantes.

Esta mañana, cuando paseaba con mi impermeable bajo  chorritos de nubes, una pléyade de corredores, de ambos sexos y edades variables, corrían un triatlón sobre las maderas del Jetty.

Una expresión y explosión de vida, de un pueblo íntimamente unido a la naturaleza, el ecologismo, el deporte la vida sana y la alegría.

Kate y yo, fuimos hacia el "café de las mujeres", que llamo así, porque dos días a la semana, Kate, Louise y Jeanne, se reúnen en una cafetería, para su desayuno de amistad.

Kate, de sangre inglesa y escocesa; Louise, con pápitos irlandeses y alemanes y Jeanne, cuarterón francés y tres cuartos de espíritu británico, unen sus risas y sus corazones, en el regalo de la vida y los sentimientos

Como regalo del destino, he disfrutado ya en dos ocasiones, de la compañía de estas "chicas de oro".

El mañanero mercado de los domingos, quedó deslucido bajo la lluvia, pero me sentía feliz.
Aquí prefieren el sol a la lluvia, pero ésta, me ofrece frescura de alma, melancolía de espíritu y al mismo tiempo, alegría y felicidad.

Porque me siento bien, tras la sequía de la soledad vivida y porque pienso, que cualquier día es hermoso para respirar.

Porque la capacidad para ver la belleza donde parece esconderse, la alegría y la felicidad, es más que un privilegio de los escogidos, una actitud personal.

Una pareja en discordia, se iba de viaje  a un lejano y exótico país, en busca de la felicidad perdida. 
Alguien les preguntó con sorna, si habían  estado allí antes y ante la negativa respuesta les espetó:

"Si no perdisteis allí la felicidad, no la encontraréis en ese lugar"

He perdido la noción del tiempo. Con tanto viaje y tanto cambio de estaciones, ajeno al transcurrir del anclado en la querencia, se han desdibujado las agujas del reloj y las hojas del calendario.

Cualquier día, cualquier hora, es tiempo biológico no reglado, a ritmo natural, a risa puesta, a fusión con el paisaje a libertad recuperada.

Mis ojos tienen la mirada parda, pero igual que estos vikingos con azulados ojos y cenizos cabellos, disfruto la felicidad, la calma y el momento, aunque sea con un "yantar guiri", al que poco a poco, no es que me acostumbre, es que me estoy aficionando.

Porque esta mañana, he desayunado muesli casero, enriquecido con pipas de calabaza, almendras crudas, manzana rallada, yogur griego y una taza de té.

Ayer, contribuí a la belleza de esta tierra, transformando una tierra de yerbajos, en un delicioso parterre de gardenias. 

Solo queda dar tiempo al tiempo, para que las albas y aromáticas flores de esta planta sudamericana,  ofrezcan su delicado perfume.

Finalizo este artículo, con el bueno de Wilson, paseando bajo el paraguas, sus blancas canillas, sembrando belleza y felicidad, a modo de grana de césped.






































                                          Louise, Jeanne y Kate, las "Chicas de oro"























































  

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