miércoles, 25 de noviembre de 2015

Un mensaje en la botella

Bosteza España, mientras abre las camas con mantas, para dormir el frío otoño.
Se despereza Australia, que aparta sus sabanas en la cálida primavera.

Espero la llegada de los pavos salvajes, para verlos escarbar desde mi ventana de madrugada, en el paraíso de la actualidad

Y repaso en mi mente, las botellas con mensajes, que he lanzado al pasado, con la curiosidad del presente y los sentimientos del futuro

No soy un náufrago perdido en una isla sin esperanza; soy un viejo con tiempo de vida, que camina al corto futuro mientras pregunta al pasado, que fue de sus compañeros de viaje en el autobús.

¿Dónde estará el amigo de mi infancia?
 ¿Qué fue de aquel compañero de internado?
 ¿Cuántos hijos y nietos tuvo aquella chica que una vez, aceleró mi corazón?
¿Sobrevivió al cáncer aquella otra que una vez me hizo soñar?
¿Volvió el  compañero de clase desaparecido en la India?.....

Buceando el pasado, supe que una amiga se ahogó en una piscina, que otra, había fallecido de  accidente en extrañas circunstancias, una había fallecido por sobredosis de droga maldita, otro, por una noche fría de alcohol y a otra, felizmente casada, le había mordido la tragedia, perdiendo un hijo de corta edad.

La vida te ofrece las flores del camino, pero el paisaje está lleno de trampas, muros, pedregales y no pocas alimañas de tentaciones y cantos de sirenas de perdición.

También te ofrece el camino difícil, sinuoso, pero recto, de encrucijadas con brújulas de nobleza y a pesar de ello, no estás libre del llanto de la amargura, del dolor del alma y la angustia del camino hasta tu mármol final.

No es extraño, que quien juega por los atajos arriesgue su existencia en su momento negro.

Hasta aquí he llegado, con las cicatrices de mi historia y me encuentro lanzando botellas al pasado, con interrogantes de mis gentes.

Juego en cierto modo, al frágil barquito de media nuez vacía, con un palillo como mástil, liberándolo en el charco de la vida, para que lentamente, siga el hilo de la corriente, hasta navegar por ya cauces rápidos hasta la mar.

Lanzo botellas transparentes, de curiosidad noble, que solo pretenden  pasar
             revista a las vidas paralelas que luego divergieron en la mar de la Humanidad.

Mis embotellados mensajes, navegan por los mares de modernidad, en  las procelosas aguas secas de internet.

El inventor de la dinamita, soñó un mundo mejor, abriendo caminos con explosivos o liberando vetas en las minas, pero su aportación también sirvió para llevar mensajes de muerte y telas negras para madres de hijos perdidos por la maldad ajena.

De igual modo, internet es utilizado para la perversidad de los delincuentes o para la locura terrorista, por ejemplo.

Pero otros, como yo, buscan en el baúl de los recuerdos, las fotos vivas del pasado, aunque a veces, le lleguen noticias de muerte.

Pero la vida es bella y a veces te devuelven la botella.

¿Eres tú, el Miguel de toda la vida? 

Y comienza un camino de preguntas, de risas compartidas y de atropelladas frases que se cruzan en el aire del skipe, del e mail o del wahtsapp.

Y te enteras que sus padres murieron y que tuvieron hijos, que sus hermanos se desparramaron por la geografía diversa y que sus caminos eran a veces de ida sin vuelta.

 Era el destino ya escrito, por los sentimientos divergentes.

Localizada la cereza del pasado, roja, hermosa y turgente o hecha  medió pasa por acción del reloj, salen nuevas cerezas unidas por el rabillo de la familia y la amistad; entonces,, afloran nuevas caras del pasado y nuevas preguntas que hacer.

Hans, desde Suecia, Tassios, desde Grecia, Amparo, desde Bilbao,  Lupe, desde Sevilla,...y quién sabe, si aparecerán otras caras del pasado, si algún día, en algún lugar, les llega mi botella escrita con su nombre.

Los silbos de las aves australianas, cantan la madrugada y vuelvo al presente compartido con Kate y Wilson, viejos amigos recuperados de la historia para vivir este día y compartir el futuro.

Son afanes de cruces compartidos, de seres que se reencuentran y se abrazan, como las hormigas contactan entre sí con sus antenas, por los gloriosos senderos de la vida

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