sábado, 6 de junio de 2015

Carta a mi nieta

Querida Carla,      
                                                                     
Te quise desde antes de saber que venías a este mundo. Te quise cuando gracias a la ciencia, te vi crecer y saludar en el seno de tu madre. Te quise cuando con lágrimas en los ojos, vi tu primera foto, en un ciber senegalés. Te quise cuando en el frío diciembre del 2011 neoyorkino, te tuve en brazos por primera vez y cuando te vi en la distancia del skype, gateando, aplaudiendo o haciendo añagazas variadas.

Naciste con derecho a ser gringa y española a la vez. Recibiste tus primeras leches, de buen tarro montañés, todo natural, sin intermediarios. Y creciste a solas con tus padres, en la lejanía de tus raíces, charco por medio de tus abuelos. 

Crecerás en tu país, pero no en tu país, que algún día lo entenderás. Y te criarás entre pollos en salsa de barbacoa, sandwich de palomitas en salsa de frambuesa, pretzels y tal vez sucedáneos de jamón serrano al microondas con salsa ketchup.

Sabrás inglés y español. Vendrás a tus raíces, y nos llamarás grandpas. Y nos sonreirás como tú sola sabes hacerlo, mientras nos comprometes con la mirada y bailas al son de cualquier son.

Entonces te enterarás de lo que valen unas gambitas al ajillo y unas croquetas de la casa y un huevo revuelto. Te relamerás con los helados de tu abuelo. Y serás un poco de aquí y un tanto de allá.

Donde te encuentres; donde palpite tu corazón y flote tu alma; siempre sabrás, que tienes un póker de abuelos, que te añoran y te recuerdan.

Viviremos tus andanzas, tus vivencias e ilusiones. Reiremos cuando rías y lloraremos cuando llores. Te daremos nuestro hombro, tal vez ya no tan fuerte, pero cálido de amor, cada vez que quieras una ración de ternura y de mimo, ¿por qué no?  

Porque los abuelos estamos para eso, pues para la negativa, ya sea no, ne pas, nein o non, tienes a tus padres, que harán el papel ahora, que antes hice yo.

Un día notarás, que el cielo es más cielo en la puesta de sol y verás en la luna los besos que te mandamos desde la tierra que pisamos o tal vez, lo más tarde posible, digo yo, te mandemos un destello de la estrella que seamos, allá en el firmamento, cuando se acueste el sol.


A mi nieta Carla, la sonrisa de mi vida de cuerpo bailón, en el atardecer del 9 de julio del 2012.


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