sábado, 20 de junio de 2015

Los animales y yo

Me encantan los animales. No me gusta hacerles sufrir, pero lamentablemente, no siempre he sido consecuente con mis ideas y mis sentimientos.

La culpa, ha sido de la inmadurez de mi infancia, de la inconsistencia de mi adolescencia, de mi erróneo amor por los animales y a veces de las exigencias de  mi ejercicio profesional.

De niño, tenía pollitos, patos, pájaros y conejos. Por tener, tuve incluso corderos y un cervatillo durante una semana. Los quería y los abrazaba, por lo que podía pasar un letal accidente.

Ya con 9 o 10 años, cazaba grillos, saltamontes, topolinos, escarabajos diversos, mariquitas, y cualquier insecto que viera a tiro. 

Los metía en cajas de zapatos, a los que les hacía un balcón cerrado con papel de celofán. Los veía porque salían a la luz, para mi regocijo infantil.

Hacía jaulas de grillos, con maderas y palillos o con corchos y alfileres. nada inventado, pues hay verdaderas obras de arte, con maderas nobles, hueso o marfil, especialmente, en Asia.

Mis padres no me permitieron tener perros ni gatos, pero tuve periquitos, canarios, alondras, perdices, verderones, jilgueros, camachuelos, pinzones, chamarines y todo un elenco paseriforme, que me daban en el campo, cazaba yo o compraba en la plaza de la Alfalfa, de Sevilla.

Los enseñaba a volar en la habitación, con el consecuente riesgo para ellos. No pensaba entonces, que una jaula era una cárcel mortal, para aves cazadas adultas y privadas de libertad.

Montaba a caballo, en burro e incluso, no dudaba en saltar al lomo de una vaca, con el correspondiente riesgo para mi integridad.

Entonces, los portes del material de construcción, se hacían en reatas de burros que incluso iban solos, sin que nadie les apartara de su trayecto. Uno de mis retos, era precisamente, desviarlos de su camino, sin éxito alguno.

Imitaba a los mayores y acudía con ellos a cazar. No siempre lo hice con escopetas; a veces, corríamos tras las liebres en las marismas, a caballo y con una porra. 

Otras, deslumbrábamos de noche los conejos, en la carretera de las marismas, para atropellarlos con el coche o corría tras los polluelos de perdiz, cuando huían despavoridos tras su madre. 

Afortunadamente, abandoné muy pronto esta actividad.

La adolescencia y la juventud, es un momento de autoafirmación. Una de las pruebas que quería superar, era ponerme delante de una vaqulla brava y superar el temor a fuerza de fuerza, dientes apretados y piernas tensas.

No pensaba en el maltrato animal, sino en la emoción de la adrenalina. La verdad es que me llevé mas de un revolcón, sin consecuencias mayores.

Sentí gran emoción, cuando tuve la suerte y el privilegio, de conocer a Félix Rodríguez de la Fuente. Era mi gran ídolo. Me permitió acercarme a los famosos lobos Rómulo y Remo que había domesticado, para sus programas televisivos. 

Durante mi estancia en Mauritania, cacé gacelas vivas, persiguiéndolas con dos todo-terrenos. 

Las agotábamos y cuando caían rendidas al suelo, nos echábamos encima con una manta mojada, para evitar que sus afiladas pezuñas, nos sajara los músculos.

Mi interés, era tener gacelas en mi casa. También perseguí flamencos, pelícanos y otras aves, con idéntica finalidad.

Tuve incluso una tortuga de mar, pero tras unos días, la liberté para evitar su muerte. Recuerdo con emoción, nadar con ella en el momento de su liberación.

Conseguí un cachorro de feneco o zorro del desierto, que crié desde bien pequeño y que me traje a España, sacándolo de su ambiente. Hoy, no lo habría hecho, pues habría infringido el tratado CITES.

Soñé entonces, la posibilidad de tener un cachorro de guepardo, para tenerlo domesticado.¡Cuánto me alegro haber fracasado en este intento!

Los europeos de Nouadhibou, aficionados a la caza, me traían numerosas cabezas de gacela y de antílope, para que les inyectara formol y se las conservara en cámara frigorífica, hasta que pudieran traerla a un taxidermista europeo.

Todo empezó como un favor personal, que trascendió en el entorno de los cazadores, hasta ser algo más que un hecho aislado, que tuve que cortar.

Como profesional veterinario y en mi época de analista, tuve un animalario, especialmente, cobayas y ratones, que debía utilizar masivamente, en el laboratorio. Lamenté esta actividad. Afortunadamente, los animales de laboratorio, son cada vez menos utilizados en los laboratorios.

Tuve que visitar muchos mataderos y presenciar el sacrificio de miles des animales de abasto, para mi pena y contradicción, pues me gusta un buen solomillo o un buen chuletón, por ejemplo. 

Tuve incluso la afición de criar canarios y peces de acuario.

Tuve no hace mucho, unas "gallinas de compañía" Las tenía en un hermoso gallinero, pero las soltaba para que disfrutaran su libertad. Tuve que quitarlas, para poder disfrutar de mi propia libertad, para viajar.

De adolescente, estuve a punto de aprender taxidermia, lo que habría sido un error por mi parte.

No hace muchos años, me habría encantado aprender el arte de la cetrería, pero ello requería paciencia, dedicación y acostumbrarme a la muerte, lo que aún no he conseguido ni deseado.

Con los años, ya apartado del ejercicio de mi profesión veterinaria, me he hecho más beligerante con la protección animal. Bueno, hasta cierto punto, pues no soy vegetariano. Nadie es perfecto.

Vocación temprana


Jaulas de insectos



Jaulas de grillos





                                                             Perdices de reclamo

                                                        Jaulas de aves de canto

Caza de pájaros con red para anillarlos
Asalto a nidos
                                   Venta de pájaros en la plaza de la Alfalfa de Sevilla

Cría de gusanos de seda

Reforzando mi vocación veterinaria



Burros transportando materiales de obra

Descargando adrenalina

Paseo en dromedario por Córdoba

Amputación de garras de "fieras de circo" en la Facultad Veterinaria 

Félix Rodríguez de la Fuente con Rómulo y Remo
En el Sahara Español 
Liberando tortuga marina en Mauritania
Rommel, mi cría de feneco

                                                         Rommel de adulto
Mi madre, acariciando una gacela y viendo a PIpo, el pelícano. Mauritania
Gacela disecada







Animalario en la Jefatura de Sanidad de Santander


 Inspección sanitaria de los circos en Cantabria


                                                                   Acuarios

Periquitos

Cría de canarios

Visitando un matadero de Cantabria
Con un ave rapaz
Con mis gallinas de puesta y "compañía"
Las gallinas se metieron en casa tras de mí
Este fortuito acontecimiento, fue secreto mucho tiempo
Con una ardilla en Nueva York

                                                           Escenas de Canadá

Matando una vaca en Canadá para carnizarla
                                                       Faenando la vaca a -20ºC
En Canadá, con alpacas, huarizos y perros






En Francia con un lirón recién capturado antes de liberarlo
Los actuales animales de mi jardín


 














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