domingo, 7 de junio de 2015

El confesionario

A veces se cierran iglesias y se adaptan para otra utilidad. En Saint Agathe, un pueblecito francés de la región del Gers, una iglesia católica ha sido transformada en vivienda y en Auch, la capital del Departamento, otro lugar de culto sirvió como entidad bancaria primero y como restaurante después.

También ha ocurrido en Holanda, Austria, Alemania, etc., con iglesias católicas, protestantes, etc.

En estos casos, se desecha el mobiliario, que puede utilizarse igualmente para otros fines. A veces, salen a la venta antiguos confesionarios de gran valor artístico, cuyo uso suele ser exclusivamente decorativo. Este es el caso, en un importante centro hostelero a la salida de Burgos, donde el confesionario muestra en el jardín, la carta del restaurante.

En alguna ocasión, he valorado la posibilidad de adquirir un confesionario artístico y adaptarlo interiormente como lugar de lectura y audición de música, a la par que conservar una obra de arte.

La iniciativa tendría su encanto, pero también excesivo morbo. Todo ha quedado en una peregrina idea, rápidamente desechada, porque sería una falta de respeto al pasado, una irreverencia y una ofensa a los creyentes. 

Los africanos, después de "bailar" las máscaras rituales, suelen abandonarlas en el bosque, para respetar los espíritus invocados. La humedad, el calor y los parásitos, las destruyen con eficacia. Tal vez, ese fuera el destino honroso de un confesionario, pero conservar una obra de arte con respeto, podría ser una opción, aunque no me atreva personalmente a ello.

La expresión “Si las paredes hablaran”, viene a cuento en este artículo. Cada madera de confesionario, habrá absorbido las secretas palabras antaño pronunciadas, tal vez, con algún crujido estremecedor, ante la gravedad de las confesiones realizadas.

Asesinatos, robos, violaciones, abortos, infidelidades, traiciones, iras, lujurias, difamaciones, soberbias, avaricias,…, y toda una panoplia de miserias, que solo el ser humano es capaz de hacer, cuando vuela raso sobre el cieno y la basura.

Un confesionario, es el testigo mudo de las debilidades humanas; de los pecados de los creyentes; de los arrepentidos del mal cometido; de las gravedades y venialidades ante la vida. Un lugar de confesión, es también un espacio de descarga, donde el pecador o el demandante de ayuda, recibe consuelo y estímulo de vida.

Un confesionario, es el recogido ámbito de confidencias, en el que un ser humano arroja sus miedos de infierno, lava su conciencia, libera sus penas, recibe su penitencia y emprende un nuevo tiempo de mejora personal.

Un confesionario, es también a veces, un consultorio, donde el enfermo de alma, acude en busca de ayuda para los males que le atormentan.

Un confesionario, es una raya que separa el infierno del paraíso; donde se cambia el temido destino de negrura y llamas, por una esperanza de albura celestial; se reconforta el alma y se recupera la alegría y el propósito de enmienda.

Un confesionario, convertido en sana lectura y un auditorio de buena música de recogimiento y paz, podría ser después de todo, una excelente idea y mejor opción que otras aplicaciones, pero no quiero jugar con los sentimientos de pasadas generaciones y  quiero respetar la paz de los muertos y de los vivos.
                                             
                                Iglesia de Sainte Agathe, en el Gers. Actualmente vivienda
                                                 Iglesia transformada en local social
                                                     Iglesia transformada en bar
                                               Iglesia transformada en restaurante
                                              Iglesia transformada en local social
Confesionarios en uso religioso






Confesionario transformado en bodega

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