martes, 16 de junio de 2015

Las grosellas carmesí

Finalmente, sucumbí a la tentación. El tiempo había surtido su efecto y ya era hora de disfrutar.

Levanté la red y me dispuse al guardado carmín de su piel. Su placer estalló en mi boca, al liberar su ácido sabor.

"No ahogan las malas hierbas el trigo, sino la desidia del agricultor"

El pasado año, no puse adecuadamente la protectora red. Los estorninos, los mirlos y los gorriones, agradecieron mi impericia y me dejaron sin parte de mi desayuno de invierno.

Desayuné los fríos, con leche, frambuesas y cereales con frutos secos, pero me faltó en agridulce sabor de mis preciosas y rojas grosellas.

Esta vez, hice bien las cosas. Birlé el sabor a mis plumados visitantes, supe esperar el "momento rojo" y finalmente, recogí con satisfacción, emoción y paciencia el premio de mi actitud.

En la cocina de mi hogar, auténtica sala de máquinas, del barco familiar, lucen unas preciosas bolas rojas, brillantes, extraídas en racimo, prestas a su desgrane y a su congelación.

Continuaré la periódica recolección de las excelentes frambuesas. recogeré también, las negras y enormes moras cultivares que bordean a cabaña y las dormiré en la cuna del frío.

Ya llega San Juan. Arderán las fogatas, calentará el sol, disfrutaré de los sabores frutales del verano y esperaré los vientos de otoño.

Cuando el sol se vuelva perezoso, Eolo sople y las ramas se desnuden de clorofila, oro y sangre, me recogeré en la melancolía de mi hogar.

Llenaré el cuenco de zumo de vaca, grosellas, frambuesas, moras, cereales y frutos secos.

Me calentaré con él las palmas de las manos y sorberé lentamente el fruto del trabajo.

Y daré gracias a Dios, por estar vivo, disfrutando de los placeres sencillos.
















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