domingo, 7 de junio de 2015

La toma de la colina

Soy un ganador nato, como todos los seres humanos; no en vano, fui medalla de oro en la olimpiada de la vida, camino de mi otra mitad. Ya refundidos mi espermatozoide y mi óvulo, crecí hasta convertirme en un bebé, que como miles de millones más, recorrería la senda que antes, muchos seres más, habían hollado.

Mismas ilusiones, idénticas ocurrencias, similares instintos, todo repetido en cada hornada de generaciones. Sólo cambia el momento, la decoración y la tecnología. Lo esencial, permanece estable al paso de las generaciones.

Los mayores empeños de los seres humanos, son la supervivencia, la perpetuación de la especie, la diferenciación individualizada de la masa, el placer, el poder, la pasión, el amor, el dominio, la creatividad, la espiritualidad y otros conceptos que nos hunden o nos ensalzan ante nuestro intimo yo.

“Por prudente y por gallina, se muere menos”; “antes morir que perder la vida”,…, el saber popular, conoce y pronuncia muchas sentencias, que reflejan nuestro fin último: no adelantar el final.

En ese afán personal, he estado durante todos los años de mi vida. He tenido siempre la meta de llegar a la colina de la ancianidad.

Ocurre, que en mi deambular, hacia la deseada cumbre, aún no alcanzada, he visto muchas bajas de compañeros de viaje. Un suicidio de ventana; otro de drogadición; un desaparecido en la India; una ahogada en una piscina; una presunta asesinada por despeñamiento de acantilado; un muerto de accidente de tráfico; un borracho abandonado en una fría noche; un corazón fallido; varios cánceres traidores;…, La lista nunca se termina, desgraciadamente.

He llegado lejos y afortunadamente, solo he sufrido cicatrices en cuerpo y alma.

Me queda camino y me sobran ganas de recorrerlo. Tengo motivos para ello: el instinto de la supervivencia; la compañía de los seres queridos y el ansia de apurar cada paso de alegría, amor y aventura, disfrutando de los olores, colores y sabores de la vida.

Aún tengo capacidad de disfrute; todavía gusto de las cosas sencillas y ansío ternura y amistad.

Conquistada la colina de la ancianidad, me encantaría retozar en las verdes praderas del triunfo de la conquista, con la satisfacción del deber cumplido, con los hijos felices y los nietos en fase creciente.

Llegado el momento, quisiera tener fuerzas suficientes, ganas de tener ganas y arrugas de risa.

Y cuando me llame el horizonte del final del final, quisiera tiempo para pedir perdón a los enemigos y decir te quiero a mis seres queridos.

Tras retozar en las praderas de la ancianidad, estaré presto a partir, liberado del cuerpo gastado, inmaterial, nebuloso, transparente y con la sonrisa que siempre he llevado por bandera.




Jesús


Cristina
Maria José
Felipe
Rafael
Miguel
Teresa, Andrés, Leandro, ...
La toma de la colina, es envejecer con éxito


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